Observatorio Sudamericano de Patentes
 Ministra de producción, Débora 
Giorgi
Una
 vez más el gobierno de Cristina Kirchner se presta a la trampa montada 
por la Organización Mundial de la Propiedad intelectual (OMPI) y su 
socio local, el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI), 
perteneciente al Estado argentino. 
El programa del encuentro regional con la participación de “30 expertos
 internacionales” se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires, en un 
hotel céntrico de esta sureña ciudad, los días 6 y 7 de abril con la 
participación de actores públicos y privados, como le gusta aconsejar a 
los lobistas norteamericanos en materia de propiedad intelectual para 
garantizar la continuidad de las políticas neoliberales y las ganancias 
de las empresas: mezclar funcionarios del gobierno y lobistas 
internacionales para blanquear las políticas neoliberales que en materia
 de propiedad intelectual continúan en varios países de la región.
Los
 funcionarios argentinos (incluída la Ministra de producción, Débora 
Giorgi) y latinoamericanos aparecen como invitados en su propia tierra, y
 los usuarios y beneficiarios  asistentes al evento como 
los integrantes de los estudios jurídicos o empresas transnacionales, 
hacen de parteners en el montaje de un escenario donde se captan también
 a las universidades o sectores nacionales empresarios. El desparpajo es
 tal que la asistencia a la reunión organizada por un organismo nacional
  es además arancelada.
El
 llamado al encuentro regional se basó en una de las falsas premisas con
 la que los ideólogos de la propiedad intelectual hacen propaganda del 
sistema mundial de las patentes -que beneficia a las empresas 
extranjeras- relacionando la información contenida en los documentos de 
patentes con la innovación tecnológica como reza el programa del encuentro de Buenos Aires.
 La trampa consiste en magnificar supuestas cualidades de la información
 técnica develadas en las patentes y hacer creer a los empresarios, 
investigadores y al mismo gobierno que la información que brindan son un
 mecanismo de acceso a la innovación: este argumento es rechazado por 
muchos especialistas de renombre mundial reconocidos por el propio 
gobierno argentino como Joseph Stiglitz. 
Mientras
 tanto y bajo este manto de fastuosos encuentros auspiciados por el 
organismo internacional de la propiedad intelectual OMPI, se continúa 
presionando al gobierno de Cristina Kirchner  para 
modificar leyes e intentar extender el plazo de vigencia de las patentes
 medicinales, crear monopolios en materia de software y biotecnología 
-controladas por Estados Unidos y Europa- o aumentar las penas para el 
mal denominado delito de “falsificación de marcas” -que ya está 
tipificado en la ley argentina- pero que se intenta utilizar para evitar
 la aparición de medicamentos genéricos en el país. 
La
 maniobra consiste en asociar un delito real y cuantitativamente poco 
frecuente como la adulteración de un medicamento (penado por la ley 
argentina) a la falsificación de una marca e impedir el ingreso de 
medicinas a precios más baratos desde mercados alternativos como el 
chino o indio, beneficiando a laboratorios de los EE UU,  la Unión Europea o Israel.
En
 el encuentro de especialistas abundó la presencia de aliados de OMPI, 
un representante de empresas británicas, un integrante de cámaras 
farmacéuticas españolas, varios de la oficina española de patentes y 
marcas (OEPM), un innoto conferencistas colombiano, algún funcionario de
 la oficina de patentes de Brasil -cuestionada por defender intereses farmacéuticos
 no nacionales- representantes de universidades privadas, algunos pocos 
incautos funcionarios argentinos de tercera y cuarta línea, y varios 
funcionarios de OMPI, quienes fueron los anfitriones, pues un solo 
expositor resulto pertenecer a la oficina  argentina.
La
 oficina de patentes argentina y la “inocencia” del gobierno tras el 
espejismo de la innovación a través de la propiedad intelectual 
desdibujan al gobierno nacional y popular de Cristina