Alejandro Zegada.- elpais.com.- Los Tratados de Libre Comercio (TLC) generan una “creciente
pauperización del trabajo”, y están hechos “a medida y conveniencia de
los actores más beneficiados”, o sea los más poderosos, advierten
Vanessa Dourado (escritora brasileña) y Ramón Gómez Mederos (del
Observatorio Geopolítico de la Energía y Soberanía de Argentina).
Según los expertos, este tipo de tratados fueron estructurados en
gran medida por la competencia de China (considerada como una amenaza a
los intereses de EEUU y sus aliados occidentales), y especialmente para
contraponer la influencia de otros bloques económicos como los BRICS y
la ASEAN+3.
Una faceta clave de los TLC son los nuevos patrones de control de la propiedad intelectual.
“Es
importante recordar que las implicancias de la pérdida de
competitividad de la economía norteamericana, además de la percepción de
que Japón y los países asiáticos utilizaban libremente las tecnologías
desarrolladas en los EEUU, postuló una fuerte política en cuanto a las
patentes y la propiedad intelectual, fundamentalmente en la era Reagan y
Clinton, a tal punto que en 1982 se crea una Corte de Apelaciones
especializada en derechos de propiedad intelectual”, destacan Gómez y
Dourado.
Así, las industrias intensivas del conocimiento
(particularmente farmacéutica, audiovisual y de software) constituyeron
en 1981 el ACTN (Comité Consultivo para las Negociaciones de Comercio)
para vincular el comercio internacional con el fortalecimiento de los
llamados derechos de propiedad intelectual.
El TPP: desde
y para EEUU
Una variante moderna de los TLC es
el TPP (Tratado Trans-Pacífico). Resulta muy revelador entrar al sitio
web oficial de la Oficina del Representante de Estados Unidos para el
Comercio-Oficina Ejecutiva del Presidente (https://ustr.gov/).
En
dicha web, el representante del gobierno norteamericano explica así
textualmente lo que es el TPP: “El TPP escribe las reglas del comercio
global – reglas que ayudarán a incrementar las exportaciones hechas en
Estados Unidos, a hacer crecer la economía estadounidense, apoyará los
trabajos bien remunerados en Estados Unidos, y fortalecerá la clase
media estadounidense” [traducción propia].
El acuerdo (firmado este
año), impulsado por el presidente Barak Obama, está conformado por 12
países: Australia, Canadá, Japón, Malasia, México, Perú, EEUU, Vietnam,
Chile, Brunei, Singapur y Nueva Zelanda.
El Primer Ministro
neozelandés, John Key, dijo al momento de firmar el acuerdo que el “TPP
dará mucho mejor acceso a bienes y servicios a los 800 millones de
habitantes de los 12 países firmantes” que representan un 36% del
Producto Interno Bruto Mundial.
Mientras, Obama afirmó en un
comunicado relacionado que “el TPP permite que Estados Unidos -y no
países como China, que esta fuera del acuerdo- escriban las normas de
circulación (comercial) en el siglo XXI, lo cual es especialmente
importante en una región tan dinámica como Asia-Pacífico”.
De ahí la
preocupación de Dourado y Gómez cuando advierten que el TPP “posibilita a
los EEUU presionar a los países de América Latina y demás países
participantes a adoptar nuevos compromisos que sean favorables a sus
intereses y que limitan el desarrollo de estos países”, especialmente en
lo referido a aspectos de propiedad intelectual/patentes.
Para los
citados expertos, este proceso “es un intento de desmonte de esfuerzos,
aunque poco efectivos e igualmente desarrollistas de los gobiernos
llamados progresistas, en promover una mayor integración de América
Latina con otros países de Sur, aunque hay una política de
no-enfrentamiento al centro estructural de dependencia del Norte”.
Al
TPP se suman iniciativas similares de “reorganización estatal al
servicio de las transnacionales”: en Europa los acuerdos TTIP (Tratado
Trans-Atlántico de Comercio e Inversiones), y el Tratado de Servicios
(TISA), que es un acuerdo secreto entre 50 países.
Pero el camino
del TPP no es totalmente expedito. Ha habido manifestaciones de protesta
en países firmantes, como Nueva Zelanda y Malasia. Y por el lado de los
gobiernos y los legislativos también hay dudas.
El gobierno
canadiense por ejemplo ya advirtió a través de su ministra de Comercio,
Chrystia Freeland, que “muchos canadienses no se han decidido sobre el
TPP y muchos más tienen dudas”, por lo cual habrá un examen en
profundidad antes de ver si es ratificado. Los gobiernos firmantes
tienen hasta octubre de 2017 para ratificar el tratado.