noessano.org.- Como ya ocurriera en los años 90 con el precio de los
antirretrovirales en países como Sudáfrica, India o Brasil; las
asociaciones de pacientes, activistas, ONGs y asociaciones de
profesionales han llamado la atención sobre la situación de inaccesibilidad a un tratamiento
que puede ayudar a erradicar el virus de la hepatitis C (VHC). El
Sofosbuvir (Sovaldi), un acción directa contra el VHC y las ventajas que
presenta frente al resto de tratamientos actuales han hecho que marque
un hito en el tratamiento de una enfermedad que afecta, según la OMS a 185 millones de personas.
El principal problema que se ha interpuesto en el camino a la futura
erradicación de la enfermedad es el elevado precio del medicamento.
Sovaldi, conocido como la pastilla de los 1000 dólares,
tiene un precio de entre 900 y 84.000 dólares por paciente y
tratamiento, dependiendo del país en el que se comercialice. En España,
el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, no ha hecho público el precio
al que se compra Sovaldi. En una nota de prensa del 1 de octubre de
2014, el propio Ministerio estimaba un techo de gasto de 125 millones
para la financiación del fármaco durante un año. Informes de la Sociedad
Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) estimaban el coste del Sovaldi
en 14.560€ por envase lo que supone 43.531€ por 12 semanas de
tratamiento. Sin embargo recientes publicaciones en medios de prensa y
declaraciones de Javier García-Samaniego, hepatólogo del hospital La
Paz-Carlos III de Madrid sostienen que el coste de dar los nuevos
medicamentos de acción directa a las personas con hepatitis C en España
ronda los 13.000 euros por paciente.
Pero el Sovaldi no es el único caso de medicamentos inaccesibles por su precio. Médicos y expertos en salud pública denuncian el precio “inaccesible” e “insostenible” de los nuevos medicamentos para el cáncer.
Un año de tratamiento con Trastuzumab Emtamsine, medicamento para
tratar el cáncer de mama y más conocido como Kadcyla, le costaría a las
arcas británicas 90.000 libras (136.000 $) por paciente al año y 150.000 dólares
en EEUU y el Brasil 37.650 euros. En el caso de otro tratamiento de
cáncer conocido como Imnovid su coste en Gran Bretaña es de 115.000
libras y en España de 90.000 libras (116.366 €), mientras el coste de
producción no superaría las 100 libras.
Esta tendencia al alza se puede seguir claramente en este gráfico del Drug Trend Report que nos muestra cómo el precio de las especialidades patentadas se ha incrementado un 160%
en los últimos 7 años. Durante las últimas dos décadas, el precio del
tratamiento para algunas enfermedades como el VIH se ha multiplicado por
dos. Por ejemplo, un régimen de antiretrovirales costaba entre 10.000 y
15.000 dólares por paciente en los años 90 en los países occidentales.
En la actualidad, en los EEUU, un tratamiento de primera línea cuesta
entre 24.000 y 35.000 dólares por paciente y año, mientras que
medicamentos de tercera línea – como es el caso de Fuzeon pueden costar
más de 70.000 dólares por paciente por año.
Este crecimiento descontrolado en los precios de los medicamentos no
sólo afecta a los sistemas sanitarios de los países y a los pacientes,
sino que impacta de manera directa en la estabilidad presupuestaria de los Estados. En España, el gasto farmacéutico hospitalario se ha incrementado un 26% durante el año 2015.
En unas desafortunadas declaraciones, el ministro de Hacienda justificó
la desviación del déficit público con las partidas dedicadas al pago de
los nuevos medicamentos para la Hepatitis C. Esto es un ejemplo más de
un modelo de innovación biomédica que pone el foco en los intereses
económicos y no en los intereses ciudadanos.
Las tecnologías sanitarias de prevención, como las vacunas, están
también considerablemente afectadas por esta tendencia con la inclusión
de nuevas y más caras vacunas en los paquetes de vacunación nacionales.
Según la Campaña de Acceso de Médicos Sin Fronteras (MSF Access Campaign), el coste de los paquetes de vacunación ha aumentado 68 veces
en los últimos 14 años incluso si lo comparamos con los precios más
bajos disponibles en los programas internacionales. Estos precios
amenazan a la sostenibilidad de los sistemas de salud tanto en los
países en desarrollo como en los países desarrollados. Las causas del
alto precio de los medicamentos están por una parte directamente
relacionadas con la creación de monopolios que -gracias a los Estados y a
su incapacidad para regular convenientemente el beneficio de la
industria- esta disfruta de una posición dominante en el mercado. Además
se convierte en beneficiaria habitual de importantes cantidades de
inversiones públicas directas e indirectas. Por otra parte la capacidad
económica de los Estados influye directamente en la negociación de los
precios y un ejemplo reciente en España ha sido con la Hepatitis C.
¿A qué se deben estos precios tan elevados?
Principalmente a los dos pilares fundamentales sobre los que se
asienta el sistema de innovación actualmente: las patentes y la
estimación del precio del medicamento por parte de la industria.
Utilizando patentes sobre productos farmacéuticos o procesos de
fabricación, los laboratorios poseen la exclusividad de
explotación en el mercado durante 20 años. Aunque existen caminos más o
menos legales para prolongar el periodo de validez de la patente, como
la exclusividad de datos, los litigios sobre las patentes, el control de
suministro de los medicamentos para impedir la investigación destinada a
desarrollar alternativas, o los acuerdos y presiones con y sobre los
productores de genéricos para retrasar su entrada en el mercado. Estos
mecanismos, en algunos casos de reciente creación como es el caso de
España -cuya ley de patentes se promulgó en 1986- se crearon para
incentivar la investigación y premiar la innovación, pese a que su
efecto real ha sido el de crear monopolios que no parecen incentivar en
muchos casos la I+D al extender progresivamente el monopolio sin causas
justificadas.
En segundo lugar, la fijación del precio de los medicamentos por parte de la industria y la capacidad negociadora de los Estados. Desde hace ya tiempo, los cálculos de la industria para estimar el precio de un medicamento, además de ser completamente arbitrarios, no se basan en los costes de producción e I+D, sino en el precio máximo que el mercado pueda soportar. La industria puede incluir variables como el tiempo para recuperar la inversión, años de vida salvados al paciente o competencia en el mercado de destino. Pero también a veces se basan simplemente en la especulación, como los casos de Daraprim y Cicloserina, medicamentos para pacientes de VIH y tuberculosis que aumentaron sus precios un 5.500% y 2.000% respectivamente de la noche a la mañana tras adquirir sus derechos nuevas compañías.
Las causas del alto precio de los medicamentos están por una parte
directamente relacionadas con la creación de monopolios que -gracias a
los Estados y a su incapacidad para regular convenientemente el
beneficio de la industria- esta disfruta de una posición dominante en el
mercado. Además se convierte en beneficiaria habitual de importantes
cantidades de inversiones públicas directas e indirectas. Por otra parte
la capacidad económica de los Estados influye directamente en la
negociación de los precios y un ejemplo reciente en España ha sido con
la Hepatitis C.
Las negociaciones que se están llevando a cabo actualmente en el
marco del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) afectan
de manera muy directa a estos dos pilares anteriormente explicados,
mediante la creación de “tribunales” que protegen los intereses de multinacionales frente a los Estados;
el incremento de la protección de la patente; las restricciones al
acceso a datos que puedan facilitar la producción de genéricos o la
fijación de precios de manera supranacional. Todo ello, debilita la
capacidad negociadora de los Estados.
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