La semana pasada visitó Uruguay el ministro chino de Relaciones
Exteriores, Wang Yi, quien fue recibido por el presidente, Tabaré
Vázquez, y por el canciller, Rodolfo Nin Novoa, para repasar la agenda,
en el marco de los 30 años de establecimiento de relaciones bilaterales.
La visita se produjo luego de que ambos ministros coincidieran días
antes en Santiago de Chile, durante el II Foro China-Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). En ambas ocasiones Uruguay
se mostró como un entusiasta defensor de propuestas de liberalización
comercial, a nivel regional en el foro y bilateralmente durante la
visita de Yi, retomando la propuesta de un Tlc entre ambos países
anunciada por el gobierno algún tiempo atrás.
Como sucede habitualmente frente a las propuestas de liberalización
comercial, varios dirigentes del Frente Amplio (FA) expresaron
inmediatamente su recelo ante un Tlc bilateral, destacándose las
expresiones de Juan Castillo y José Mujica. Éste, justamente, matizó su
acuerdo con intensificar el comercio con aquel país y evitó usar “la palabra Tlc” porque “da a lugar a cualquier cosa”.
Si bien es posible que esta afirmación responda, en parte, a la buena
prensa que tienen en una parte del partido de gobierno los
cuestionamientos a la liberalización comercial, también debe ser
considerada como una reflexión genuina sobre la inserción internacional
del país y la definición del interés nacional.
Asumiendo la segunda opción, el cuestionamiento del ex presidente tal
vez pueda considerarse sintomático de una visión extendida sobre el
actual auge chino y sus consecuencias para el país y la región, en el
contexto de la disputa con Estados Unidos por la hegemonía mundial: se
trata del mismo perro con diferente collar. Ciertamente, la posición de
Mujica, interesado en la intensificación del comercio pero desconfiado
de la suscripción de un acuerdo bilateral, no es muy diferente de la que
podría tener sobre las relaciones con Estados Unidos. Sin embargo, se
estima que tal generalización resulta errónea. Es necesario evaluar las
diferencias entre las condiciones que ambas potencias proponen para el
relacionamiento con sus socios.
LA PROPIEDAD INTELECTUAL. Desde que se propuso el
Tlc con Estados Unidos, hace ya más de una década, hasta la reciente
discusión del Tlc con Chile, este tipo de acuerdos son rechazados por la
mayor parte del FA al entender que suponen una amenaza a la soberanía y
el desarrollo nacionales. Dos de los argumentos más fuertes en tal
sentido son las condiciones que imponen para los derechos de propiedad
intelectual y para las compras gubernamentales. Es posible que a esto se
estuviera refiriendo Mujica al afirmar que “se prestan para cualquier cosa”.
No obstante, con relación a ambos temas la política china de
negociación de Tlc es sustancialmente diferente a la de los países
desarrollados.
En cuanto a la propiedad intelectual, estos países obligan a adoptar
estándares de derechos de autor en los Tlc, que pueden afectar al sector
productivo nacional. Esto es particularmente así para los Tlc “de
última generación”, que incluyen el estándar Trip-plus (Trade-Related
Aspects of Intellectual Property Rights), con normas aun más exigentes
que las negociadas en la Ronda de Doha de la Omc. En el caso uruguayo,
esto podría afectar especialmente a nuestra industria farmacéutica.
Sin embargo, China no sigue dichos estándares. De hecho, es uno de
los principales impulsores de un modelo alternativo de derechos de
propiedad intelectual, que no se basa en las patentes tradicionales sino
en un tipo específico de modelo de utilidad (China Utility Model Patents),
que tiene menos restricciones y una validez temporal menor. Se trata de
una normativa que no es reconocida como régimen válido de propiedad
intelectual en Estados Unidos ni Reino Unido, pero que es utilizada por
otros países, como Rusia, Argentina y Brasil.
Asimismo, en las iniciativas regionales de liberalización comercial
impulsadas por China, como el Regional Comprehensive Economic
Partnership, el capítulo de propiedad intelectual asume un formato mucho
más flexible que el que se proponía en los mega acuerdos comerciales
promovidos por los Estados Unidos pre-Trump, como el Tratado
Transpacífico o el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones con
la Unión Europea. Esto en parte fue así debido a la presencia de India
(uno de los grandes productores de medicamentos genéricos, junto con
Brasil), que obligó a países como Japón y Corea del Sur a aceptar
estándares más flexibles en este tema. De esta forma, es interesante
percibir cómo, al negociar un acuerdo con otros criterios de propiedad
intelectual, también se está contribuyendo a cambiar las reglas de juego
del comercio mundial y, más ampliamente, del capitalismo.
COMPRAS GUBERNAMENTALES. Por otro lado, los Tlc
negociados por los países desarrollados obligan a las partes a abrir las
compras gubernamentales a empresas extranjeras. En el caso de China
esto no es así. La potencia asiática no incorpora el tema de compras
gubernamentales en los acuerdos de libre comercio que negocia
(incluyendo los que ya ha suscrito con países latinoamericanos),
justamente debido a que el gobierno de Xi Jinping no está dispuesto a
conceder las mismas condiciones a las empresas extranjeras que a las
chinas (mayoritariamente estatales) en el suministro de bienes y
servicios al Estado chino. Esta cuestión además se extiende al comercio
de servicios que pueden ser objeto de contratación pública. También en
este caso, más allá del dato en sí sobre la posibilidad de excluir este
tema del acuerdo, lo que resulta interesante es percibir cómo China está
proponiendo nuevas reglas de juegos para la expansión capitalista, en
este caso previendo salvaguardar espacios para la acción del Estado.
De esta forma, se estima que es importante enmarcar el vínculo con
China en un contexto más amplio de disputa por la hegemonía mundial,
esto es, en lo que refiere al tema aquí discutido, el establecimiento de
nuevas reglas de juego para el capital. Desde una visión más general,
esto puede considerarse extensivo a otros elementos, más allá de la
negociación de un Tlc: desde el acceso a crédito no condicionado a la
incorporación de recetas neoliberales sobre reformas y control del
déficit (típicamente la práctica “loan for oil”, utilizada por Venezuela), hasta el respeto por la soberanía de las contrapartes en temas como el régimen de gobierno.
Por supuesto, esto no quita que pueda haber otros aspectos a analizar
sobre el estrechamiento de las relaciones con China. Seguramente deban
considerarse detalladamente temas ambientales y laborales, así como sus
efectos en el proceso de reprimarización de nuestra economía. Sin
embargo, lo que resulta claro es que no puede asumirse que todos los Tlc
son iguales. En el contexto del auge chino tal vez sea necesario
aprender nuevamente los caminos para la mejor defensa del interés
nacional.
* Profesor en el Programa de Estudios Internacionales, Facultad de Ciencias Sociales (Udelar).