Ezequiel M.ChaBay-cronista..-El Mercosur y la Unión Europea (UE) podrían estar a días de sellar
una asociación estratégica a escala política, económica y de
cooperación, que abriría en un futuro un espacio de comercio regulado
con aranceles reducidos y con facilidades para la inversión. El éxito o
el fracaso de un programa lanzado a comienzos del milenio, hace casi 18
años, se empezará a definir a partir del martes 20 de febrero.
Ese día se reunirán en Asunción los jefes
negociadores del Mercosur (el secretario de Relaciones Económicas de la
Cancillería, Horacio Reyser, será el delegado argentino) con la legada
de la Comisión Europea, Sandra Gallina, a fin de resolver los temas
pendientes. Si logran ponerse de acuerdo en ese cónclave, anunciarán la
fumata blanca del acuerdo político.
La agenda de trabajo por delante quedó definida la
semana pasada, luego de una nueva ronda de funcionarios técnicos. La
despedida de Bruselas fue con tres capítulos del pilar comercial sobre
los que aún restan incógnitas: comercio de bienes, reglas de origen y
propiedad intelectual, con un apartado sobre indicaciones geográficas.
- Comercio de bienes: sudamericanos y europeos
pujan por reajustar los volúmenes de las cuotas de algunos productos.
Tal vez el más sensible sea la carne bovina. El Mercosur exige un
esfuerzo de la UE, que que avalaría de momento el ingreso de hasta
100.000 toneladas vacunas en tres etapas. Para Uruguay y Paraguay, eso
es poco.
A cambio, los europeos reclaman acceso al mercado
lácteo, sumamente sensible en la Argentina y Uruguay. La estrategia
pasaría por derivar el pedido hacia ciertos quesos que no se producen en
la región, pero nunca a las leches procesadas. Anteriormente, los
europeos también reclamaron que se permita el ingreso de aceites de
oliva.
En términos industriales, las discusiones se
centran en el mercado automotor. Europa aspira a introducir la mayor
cantidad de autopartes y vehículos ensamblados con aranceles reducidos, y
para ello puja por rebajar el tiempo de espera que le demandó el
Mercosur para adaptar al sector. Bruselas puja para llevar los plazos de
15 años a una década.
- Reglas de origen: el Mercosur tiene quiere
impedir, básicamente, que ciertos insumos o producto importados de otras
regiones del mundo sean nacionalizados y se vendan como un producto
local de la industria europea. Los industriales temen que el bloque
sudamericano atenúe los criterios sobre qué es y qué no un producto
europeo, lo que se determina, según el sector, por el valor agregado,
por la cantidad de componentes, o por el valor bruto de producción. En
Bruselas defienden a ultranza la triangulación, ya que la economía, al
igual que las cadenas de valor, es global.
- Propiedad intelectual: este apartado toca
sensiblemente a los laboratorios y a otras industrias del conocimiento.
La UE reclama un uso exclusivo de los datos de pruebas que se elaboran
para homologar, por ejemplo, un medicamento, lo que limitaría en la
práctica el desarrollo de productos biosimilares o genéricos, hasta
devenir en un cuasi monopolio de grandes corporaciones. Por ahora, el
Mercosur reiteró que no avalará un cambio en la legislación que
resguarda las patentes, los datos de prueba, los secretos comerciales y
demás.
El otro aspecto central hace a las denominaciones
de origen. Varios productos sudamericanos entre los que se hallan quesos
y vinos chocan con las exigentes indicaciones geográficas europeas. En
las conversaciones se aceptó admitir el acceso de marcas cuestionadas
(por ejemplo, cierto vino de mesa se comercializa con el nombre de los
alcoholes de las provincias españolas de Zamora y Valladolid) pero aún
rehúsan admitir los nombres genéricos. El caso complica, sobre todo, la
exportación de los quesos.