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Durante el Festival Gabo, el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, explicó por qué la información es un bien público esencial para que gobiernos y empresas rindan cuentas, alertó sobre los riesgos de la concentración mediática y defendió el periodismo como pilar de un ecosistema informativo saludable.
Joseph Stiglitz, nobel de Economía, insiste en que la información no es un aspecto secundario sino el centro de las disputas contemporáneas. En el Festival Gabo lo expresó así: “La información en general es un bien público: es importante para asegurarnos que el gobierno y el sector privado hagan lo que tienen que hacer”.
Lo dijo en Bogotá, el 26 de julio, en el auditorio del Gimnasio Moderno, durante una conversación con la periodista Juanita León. Allí presentó su libro más reciente, Camino a la libertad: la economía y la buena sociedad, donde propone repensar la noción de libertad: no como bandera para un mercado sin reglas ni para el populismo de ocasión, sino como un equilibrio entre derechos individuales y restricciones necesarias para el bien común. Y una de esas condiciones de la libertad, subrayó, es contar con información confiable. Sin ella, la ciudadanía se mueve a ciegas.
En su lógica, sin un ecosistema informativo saludable, ni los gobiernos ni las corporaciones rinden cuentas, y un ejemplo claro está en las plataformas digitales: cuando reutilizan contenidos sin compensar a quienes los producen, el resultado es un círculo vicioso. Se debilita la producción periodística y se multiplica la desinformación. “Seremos más eficientes en distribuir absolutamente nada”, resumió Stiglitz.
Plataformas, poder y polarización
El diagnóstico de Stiglitz no es solo sobre medios. Es sobre la arquitectura económica que los rodea. En los últimos 25 años, dijo, “ha habido un enorme crecimiento de la riqueza y de la desigualdad (…) y ello ha creado esta oligarquía”. Una oligarquía que no se limita a los bancos o al petróleo: hoy son Elon Musk, dueño de X (antes Twitter); Rupert Murdoch, magnate de medios en EE. UU. y el Reino Unido; Mark Zuckerberg, creador de Facebook.
El problema, para Stiglitz, es de incentivos. “Su modelo de negocio es literalmente obtener rentabilidad a partir de más participación. Y mayor participación tiene que ver mucho con mayor separación, y entre mayor la separación, Zuckerberg se enriquece más. A él no le molestó que, por ejemplo, hubiera un genocidio de los rohinyás si él ganaba más dinero. Este es un ejemplo de la polarización en donde él pudo haber hecho algo, pero escogió no hacerlo".
El otro problema es político: a menos competencia, más concentración. “Peter Thiel [inversor de Silicon Valley] dice: ‘La competencia es para tontos’. Ellos generan más riqueza al crear monopolios”. Y los monopolios, como sabemos desde Adam Smith, terminan fijando las reglas a su favor.
Neoliberalismo y sus efectos sobre la información
Los problemas de concentración de poder, incentivos perversos y polarización son también la razón por la que Stiglitz continúa abogando por un “capitalismo progresista“: no un estatismo ciego, sino un entramado de instituciones capaces de limitar el poder. La libertad que propone en su libro es inseparable de esa red de regulaciones, y también de un ecosistema de información que permita a los ciudadanos ejercer su libertad con criterio.
El trasfondo es claro: “el neoliberalismo ha sido un fracaso”, afirmó. “El crecimiento en la era del neoliberalismo ha sido un tercio (…) de lo que fue antes. No solamente tenemos menor crecimiento, sino que todos los beneficios permanecen con los que están en la cima de la pirámide”. Stiglitz aludió a una idea ya ampliamente aceptada: los altos niveles de desigualdad son nocivos para el crecimiento y hasta instituciones como el FMI reconocen que las políticas orientadas a reducirla pueden reforzar la economía.
Ese desequilibrio de poder no solo tiene consecuencias económicas, sino que también debilita el ecosistema de información. Las plataformas tecnológicas han concentrado un enorme poder de mercado y, al apropiarse de propiedad intelectual sin compensar a los autores —desde medios tradicionales hasta investigaciones académicas—, impiden la producción de conocimiento necesario para una sociedad bien informada. “Si ellos toman la propiedad intelectual sin pagar, pues no habrá tampoco la producción de conocimiento que necesitamos para un buen ecosistema de información”, advirtió Stiglitz.
El periodismo como bien público
Stiglitz insistió en la idea que un buen ecosistema informativo no solo vigila al Estado, sino que también es indispensable para exigir responsabilidades al sector privado. “Es crucial saber que algunas de estas grandes compañías a nivel mundial están evadiendo sus responsabilidades fiscales. Y esto no lo sabríamos sin que haya periodismo investigativo”, señaló.
Para él, la información se comporta como cualquier otro bien público: si se deja en manos del mercado habrá oferta insuficiente, porque todos esperan que otro pague por ella. De ahí la necesidad de apoyo público que financie la producción y difusión de información de calidad, con el desafío de evitar que esos mecanismos terminen usados como propaganda.
“Uno de nuestros objetivos en foros como este es pensar en cómo podemos crear instituciones que, a su vez, creen un mejor ecosistema de información para nuestra sociedad”, concluyó.
El Festival Gabo, una fiesta de ideas con raíz en el periodismo, acogió con entusiasmo las reflexiones de Stiglitz. No es casual: él ha insistido en que la economía no se reduce a números o modelos, sino que también se sostiene en percepciones y relatos. En ese terreno, los periodistas —quienes producen historias incluso mientras la inteligencia artificial se apropia de ellas— son, para Stiglitz, más necesarios que nunca.