jueves, 16 de febrero de 2017

Laboratorios usan estas tácticas para mantener altos los precios de los medicamentos


(Foto: Reuters).

 Uno de mis objetivos cuando me incorporé a Bloomberg View hace un mes era ahondar en el muy discutido tema de los precios de los medicamentos, señala el columnista de Joe Nocera, en este informe que desnuda a la industria de los genéricos.
Bloomberg.- Me gustaría explicar a los lectores por qué las compañías farmacéuticas han venido subiendo los precios despiadadamente en los últimos seis años aun cuando esa práctica pasó a ser una seria preocupación en Capitol Hill y en el país.

Mi amigo Barry Werth, que escribió dos libros excelentes sobre la empresa de biotecnología Vertex, dice que la respuesta es simple: “Porque pueden”. No obstante, los detalles referidos a cómo lo hacen pueden ser confusos, complicados… y a veces deshonestos.
Tomemos, por ejemplo, al fabricante de medicamentos genéricos Mylan. El objetivo de los laboratorios de medicamentos genéricos es, naturalmente, producir versiones baratas de medicamentos de marca para venderlos cuando vence la patente del producto en cuestión.
De hecho, la famosa Ley Hatch-Waxman de 1984, que es el documento fundacional de la industria moderna de los genéricos en Estados Unidos, otorgaba específicamente incentivos a las empresas para lanzar más pronto medicamentos baratos al mercado.
Por ejemplo, las empresas que objetaban con éxito patentes de medicamentos ante la justicia podían llegar a obtener una ventaja de seis meses antes de que otra compañía pudiera vender su propia versión genérica.
Pero a medida que las empresas de genéricos como Mylan se convertían en gigantes –la capitalización de mercado de Mylan alcanzó US$ 26,500 millones a finales del 2015, más del doble que tres años antes– su objetivo pasó de vender medicamentos al precio más barato posible a venderlos al precio más caro que podían. Y hacer cualquier otra cosa que tuvieran que hacer para generar ingresos.
Es conocida la historia de EpiPen, que Mylan compró en el 2007 y la transformó de un producto de US$ 200 millones al año en uno de US$ 1,100 millones en gran medida mediante una cuadruplicación de los precios.
Los aumentos de precios de EpiPen dieron lugar a investigaciones gubernamentales, pero es sólo el clásico ejemplo de la estrategia “porque pueden”.
No obstante, en las últimas semanas, Mylan fue noticia por un litigio que afecta a otros dos medicamentos: Provigil, que trata la narcolepsia y es comercializado por el gigante israelí de los genéricos Teva, y Copaxone, un medicamento utilizado en enfermos con esclerosis múltiple y que es comercializado por –vaya– Teva.
Provigil fue aprobado por la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense a fines de la década de 1990 y salió a la venta como medicamento de marca.
A mediados de los años 2000, su patente estaba a punto de expirar, de modo que las empresas de genéricos se aprestaban a vender una versión a un precio mucho más bajo.
Para evitar que esto sucediera, Cephalon, que tenía las patentes de Provigil, demandó a cuatro compañías de genéricos, incluidas Mylan y Teva, por infracción de patente. Ahí es cuando las cosas se ponen sospechosas.
Cephalon aceptó pagar a las cuatro empresas alrededor de US$ 300 millones, y ellas aceptaron mantener fuera del mercado el Provigil genérico durante otros seis años.
En otras palabras, los consumidores, las aseguradoras y las farmacias tendrían que seguir pagando un precio exorbitante por un medicamento que, razonablemente, tendría que haberse conseguido de una forma menos costosa.
A decir verdad, sin competencia en genéricos, Cephalon pudo transformar a Provigil en un medicamento de US$ 1,000 millones al año en 2012. Siete años antes, lograba ingresos de US$ 475 millones.
Esta táctica tiene un nombre: pago por retrasar. Si bien la Corte Suprema estadounidense ha sido ambigua respecto de su legalidad, la Comisión Federal de Comercio (FTC) de los Estados Unidos la considera una violación de la normativa antimonopolio.
Por eso, en opinión de la FTC, Cephalon, Mylan, Teva y otras empresas de genéricos eran cómplices antes que verdaderas litigantes.
Por consiguiente, la FTC demandó a Cephalon. Y un grupo de laboratorios, incluidos CVS Caremark y Eckerd, demandó a las empresas de genéricos. El pleito se prolongó más de un decenio, lapso en el cual muchas cosas cambiaron.
En el 2011, Teva compró Cephalon, lo cual hizo que de pronto fuera distribuidor del Provigil de marca. Al año siguiente, llegó finalmente el Provigil genérico al mercado. Pero Teva estaba listo.
Tenía un nuevo medicamento de marca, Nuvigil (Nuevo-Vigil. ¿Se entiende?) Pese a que la diferencia química entre los dos medicamentos es pequeña, Teva vendió Nuvigil como un Provigil optimizado.
En el 2015, finalmente Teva dejó el juicio atrás, pagando US$ 1,200 millones para llegar a un arreglo con la Comisión Federal de Comercio, una suma que incluía su responsabilidad propia y la de Cephalon.
La noticia sobre Mylan, que se conoció la semana pasada, es que también dejó atrás la causa, con un arreglo de US$ 96.5 millones. La compañía dijo que el acuerdo “no es reconocimiento de haber cometido delito”, y quizá sea así.
Pero no cabe casi ninguna duda de que Mylan cobró por postergar un medicamento genérico, y por consiguiente, Cephalon y Teva pudieron sacarle miles de millones al Provigil a expensas de los consumidores de medicamentos.
Si Mylan es uno de los malos en el litigio por el Provigil, en el caso del Copaxone interpreta el papel del bueno –es el fabricante de medicamentos genéricos que lucha por lanzar al mercado una versión más barata de un medicamento de marca caro.
Copaxone, que es vendido por Teva, es un remedio inyectable que utilizan las personas con esclerosis múltiple. Cuando la FDA aprobó por primera vez el Copaxone en 1997, su costo anual era de US$ 8,282. Ahora, es de casi US$ 85,000, y genera la quinta parte de los US$ 20,000 millones de ingresos de Teva, según Bloomberg.
Otras formas
El pago por retrasar es una manera de prolongar la vida de una patente de un medicamento de marca, pero hay un montón de otras formas.
Por ejemplo, en el 2015, después del vencimiento de la patente de la versión original de Copaxone en dosis de 20 miligramos, Sandoz produjo un genérico. (Su costo anual “con descuento” es de US$ 65,000.) ¿Qué hizo Teva?
Obtuvo la aprobación de una versión de marca que se administra en inyecciones de 40 miligramos. Lo cual significó menos inyecciones para los enfermos. Lo cual hizo que más usuarios de Copaxone se pasaran al medicamento de Teva, que actualmente cuesta alrededor de US$ 74,000 anuales.
Al llegar a este punto, Mylan ingresó con su propio Copaxone genérico de 40 miligramos. De más está decir que Mylan y Teva terminaron ante la justicia discutiendo si las patentes de Teva eran válidas.
Hace algunas semanas, un juez federal falló a favor de Mylan. Si bien Teva prometió apelar, quizá Mylan no tarde mucho en poder ofrecer un Copaxone genérico. Sería un resultado terrible para Teva, pero un buen desenlace para los enfermos de esclerosis múltiple.
Bueno, en cierto modo. Como vemos, cuando se vende a precio más bajo un medicamento de US$ 74,000 anuales, es posible, de todos modos, ganar un montón de dinero, incluso vendiendo a precio menor que el de marca.
Y ese es otro de los juegos de la industria farmacéutica desarrollar genéricos caros, no baratos. Pero esa columna queda para otro día.