miércoles, 1 de marzo de 2017

Patentes: Un argentino en medio de una disputa científica millonaria

 

Lucas Viano.- Luciano Marraffini estuvo en el nacimiento de una técnica que promete revolucionar la medicina y la industria. Es tan valiosa que instituciones de Estados Unidos se disputan su autoría. Luciano prefiere mantenerse al margen de esta “guerra” científica.

La técnica se llama Crispr/Cas9 y sirve para cortar y pegar genes en el ADN de animales, plantas, bacterias y seres humanos.
El Instituto Broad (de la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts) y la Universidad de California se disputan la autoría y patentes de este hallazgo que serviría para curar enfermedades y desarrollar supercultivos.
Un artículo de Science indica que un trabajo de Marraffini de 2008 fue el primero en mencionar que Crispr, un mecanismo de defensa que tienen las bacterias, podría tener una gran utilidad.
“Realicé dos contribuciones fundamentales. Junto a Erik Sontheimer, en 2008, descubrimos que el sistema Crispr degrada el ADN y no el ARN como suponían las predicciones. Esto es importante porque si Crispr degradara ARN no serviría para introducir mutaciones en células humanas”, dice.
Y agrega: “La segunda contribución fue junto a Feng Zhang, con el cual fuimos uno de los dos primeros grupos que demostraron que Crispr/Cas9 puede ser aplicada en células humanas para introducir mutaciones”.
Según Science , Marraffini también es uno de los fundadores de Intellia Therapeutics, una de las empresas que está aplicando esta técnica en procedimientos terapéuticos. Una de sus socias es Jennifer Doudna, de la Universidad de California.
En 2012, Doudna y equipo publicaron un artículo en el que se planteaba el uso de este mecanismo como una herramienta de edición genética.
La solicitud de patente fue realizada un año después. Pero unos meses después, Feng Zhang, del Instituto Broad, presentó su propia solicitud, aunque más enfocada a las células eucariotas, las que están presentes en los seres vivos complejos como los humanos.
La patente fue otorgada a este equipo, que había pedido que el trámite se realizara por una vía más rápida. Pero el equipo de Doudna también obtuvo su patente, aunque sólo aplicable a las células procariotas (bacterias).
Doudna entendió que su solicitud abarcaba todos los tipos de células, por lo que presentó un recurso de “interferencia”.
Hace unas semanas, la Oficina de Patentes de Estados Unidos resolvió que no había ninguna interferencia. Victoria para Zhang y el Instituto Broad, aunque la contienda seguramente continuará.
Según un estudio de 2015, el mercado que hay detrás de esta técnica sólo en el ámbito médico es de un 46 mil millones de dólares. La decisión de quién es el dueño de este conocimiento puede tener importantes consecuencias en los productos que se desarrollen a partir de esta técnica.
Tal como está ahora la situación, muchos expertos en patentes creen que las empresas que quieran lanzar productos a partir de esta técnica deberían pagar por el permiso de uso a los dos grupos científicos, con lo cual estos productos serán más caros.
Largo camino por recorrer
A pesar de que se ha avanzado mucho, la técnica está en pañales, sobre todo en el ámbito médico. Los ensayos clínicos en humanos que está usando la técnica Crispr/Cas9 son muy pocos.
“Es difícil predecir cuál será el primer producto que se logrará con esta técnica. En principio, sería más factible producir bacterias de interés industrial que usarla para aplicaciones medicinales o que para modificar otros organismos superiores”, dice Marraffini.
Con Crispr/Cas9 los científicos pueden editar con precisión partes del genoma humano. Esto permitiría sumar nuevas características a un determinado organismo, por ejemplo, un gen que les otorgue resistencia a plagas en un cultivo. También serviría para eliminar aquellos genes perjudiciales, como el responsable de alguna enfermedad humana.
Pero también serviría para editar el ADN de los espermatozoides y óvulos, con el objetivo de evitar que los hijos hereden genes “indeseados” o bien transferir aquellos “beneficiosos”. Las comillas fueron puestas a propósito porque las definiciones de estas dos palabras son vidriosas y suponen un debate ético y moral.
A pesar de los límites bioéticos, Marraffini asegura que la mayor barrera para que Crispr/Cas9 avance es técnica. “Las dificultades técnicas son la barrera más importante, sobre todo, cómo introducir y dirigir Crispr/Cas9 a órganos específicos en seres humanos y otros organismos. Pero es bueno discutir los problemas éticos de antemano para el día en que la tecnología esté lista”, dice.
De Rosario a la universidad Rockefeller. Marraffini egresó como biotecnólogo de la Universidad de Rosario y emigró a EE.UU. Pasó por diferentes instituciones. Ahora continúa su carrera con laboratorio propio en la universidad Rockefeller.