“Lo
que queremos, los cuatro países miembros del Mercosur, es liquidar este
tema lo más pronto posible, porque hace 19 años que estamos con esto y
si esta vez perdemos el tren ya no lo agarramos más”.
La declaración del
canciller paraguayo, Eladio Loizaga, a cargo de la presidencia pro
tempore del Mercosur, sintetizó en gran medida los deseos y las
realidades que experimentan los gobiernos de centroderecha que la
región, con un nuevo fracaso en las negociaciones por un acuerdo de
libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, luego de que la
última reunión, celebrada entre el pasado 21 y 23 de febrero en
Asunción, volvieran a finalizar sin siquiera un acuerdo marco o
declaración de principios.
Estas negociaciones se remonta a 1999, cuando en pleno auge de
gobiernos neoliberales en Sudamérica se comenzó a buscar vías de
acuerdos entre estos dos bloques, pero la llegada de diversos gobiernos
progresistas en nuestra región estancaron las negociaciones entre 2004 y
2012. Las nuevas negociaciones se retomaron en 2016.
Cash consulto a Luciana Ghiotto, politóloga del Conicet y miembro de
la ONG Attac-Argentina, quien desde hace años se dedica a estudiar los
tratados comerciales de la región. “El tratado es escandaloso, al igual
que el Tratado del Pacífico Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica (TPP), plantea un prolongamiento en las patentes de
medicamentos, sobre modificaciones biológicas, tipos de semillas, es
decir que surgen también cuestiones no vinculadas a los tradicionales
aranceles o cuotas de mercado para carne y biocombustible, pues se tocan
los temas de propiedad intelectual, indicaciones geográficas y reglas
de origen, es decir mucho más que los habituales problemas por la no
apertura del mercado, todo lo cual puede tener un impacto muy profundo
en nuestra región. Pero Macri está desesperado por cerrar un acuerdo, no
solo por el Mercosur mismo, sino para exhibir una imagen de país
comprometido con el libre mercado, y es por eso también que busca
insertar a la Argentina en cualquier tratado de libre comercio, sea con
México, Canadá, o incluso con países europeos que están por fuera de la
UE. Pero tal como sucede en Brasil, las fuerzas sociales están
deteniendo su iniciativa”.
El gobierno no se ha caracterizado por hacerse eco de las demandas sociales. ¿Por qué en este caso sería diferente?
–El punto es que acá no se trata solo de la CGT, las CTA, o los
movimientos sociales, que ya manifestaron su rechazo, sino que también
la UIA se manifestó contra el acuerdo.
¿Y del lado europeo?
–Existe una división, ya que de un lado se encuentran 16 de los 28
países miembros que buscan cerrar un acuerdo en los términos que se
discuten actualmente, ya que a partir de la administración Trump
discutiendo a todos los organismos multilaterales de comercio, ellos
quieren quedar junto a China y el Mercosur con el liderazgo del libre
comercio. Pero los otros 12 ya dijeron que no van a competir en ciertos
sectores primarios, especialmente en los temas de carne y bioetanol.
¿Qué países lideran estas dos posturas europeas?
–Los proclives al acuerdo están encabezados por Alemania, que no es
fuerte en la producción agroalimentaria. Por eso cuando Macri le pidió a
Merkel que destrabe las negociaciones, Merkel le dijo que con quien
tenía que hablar era con Macron, ya que ella lo firmaba como está,
porque las trasnacionales alemanes salen muy beneficiadas. Aquí también
está España, que quiere firmar por sus intereses en los servicios
bancarios, e Italia, que evidentemente en sus estudios de impacto habrá
visto que el acuerdo no crearía perjuicios severos para su sector
primario. Pero los países que están en la línea de Francia, como
Irlanda, Polonia, Estonia, Lituania y Letonia, cuidan mucho su sector
primario, ya que a diferencia de Macri se preocupan por el impacto que
puede tener en sus sociedades.
Funcionarios latinoamericanos y europeos señalaron que igualmente veían factible un acuerdo en las próximas semanas.
–Ellos quieren firmar algo, aunque sea para la foto, para dar una
señal. Pero aunque se firme un acuerdo, para entrar en vigencia el mismo
tiene que tener ratificación parlamentaria de los cuatro países, así
que confiamos en la movilización de la sociedad civil
@Jblejmar