Jorge Marchini.- Una
nueva filtración documental (leaks) de las negociaciones del Mercosur y
la Unión Europea UE, con la intención de concretar con celeridad un
tratado de libre comercio (TLC), han sido conocidas en la última semana.
Se trata de documentos de la última ronda de negociaciones de
febrero/marzo 2018 puestos a consideración pública por el portal bilaterals.org (https://www.bilaterals.org/?eu-mercosur-fta-27-draft-chapters).
No hubo desmentida algún sobre la fidelidad de los 27 documentos, cada uno relacionado a distintos capítulos de la negociación y negociados en secreto. Su atenta lectura clarifica el nivel insospechado de concesiones brindadas por los negociadores mercosureños a los europeos, sin consultas previas a parlamentos nacionales ni a sectores económicos, sociales y regiones eventualmente a ser afectadas por éstas, poniendo en evidencia que el acuerdo al que se apunta tendría efectos estructurales y no solo meramente comerciales.
Entre otros muchos puntos llamativos regresivos llaman la particularmente la atención:
a) El anexo relacionado con automóviles llama la atención por las demanda europeas de no aceptar la reciprocidad en las certificaciones técnicas y requerir una apertura rápida y sustancial de las importaciones de vehículos y partes por parte del Mercosur.
b) El capítulo referido al comercio de productos donde no se clarifican exigencias imprescindibles de “reglas de origen”, de forma que las importaciones sean controladas por los Estados y no autocertificadas por las empresas, de forma de evitar que productos manufacturados casi totalmente en terceros países sean ingresados sin aranceles por ser considerados fabricados dentro de los bloques. (Por ejemplo, prendas de vestir de marcas reconocidas europeas fabricadas en países asiáticos que ha llevado a reclamos extendidos en otros países con TLC con Europa).Resultado de imagen para ropa de marca
c) Llama la atención la falta de una propuesta europea superadora para el capítulo sobre subsidios, uno de los temas más sensibles ya que se relaciona con la posibilidad que productos agropecuarios europeos ingresaran con ventajas desequilibradoras en el Mercosur, al sostenerse que los subsidios (aplicados por países europeos) deben pasar a ser discutidos solo en la paralizada Organización Mundial de Comercio (OMC).
d) La inclusión por parte de la UE de una propuesta específica sobre materias primas y energía, beneficia notoriamente a sus empresas y supone la prohibición de comercio por parte de empresas públicas y de requerimientos de precios, y de plena libertada de transporte y tránsito.
e) La continuidad de exigencias europeas en relación a derechos de propiedad intelectual monopólicos y de “exclusividad de datos de prueba”, que como ya se ha observado reiteradamente en otros TLC, llevaría, por ejemplo, a la desarticulación de industrias farmacéuticas mercosureñas y a un aumento sustancial de los precios de medicamentos.
En la última semana el Secretario de Relaciones Internacionales de Argentina, Horacio Reyser, reiteró que la firma del acuerdo se encuentra cerca, asegurando en forma significativamente imprecisa que “quedan tres o cuatro puntos a resolver, que no son los más importantes en el vínculo entre los dos grupos, pero sí de mucha negociación”.
No se informó cuáles son precisamente esos “tres o cuatro puntos” comentados por Reyser, miembro de un (actual) gobierno argentino que clama por una vocación diferenciadora de transparencia. Los sucesivos fracasos en los últimos meses del propósito de cerrar las negociaciones del TLC Mercosur-UE contra reloj, ha llevado al crecimiento de interrogantes sobre qué se está negociando en realidad en forma tan reservada.
Por cierto se ha perdido la inocencia previa -prevalente en la opinión social hasta no hace mucho tiempo- que llevaba a suponer que el TLC sería maravilloso, fuera como fuera. Ha habido en el último período manifestaciones significativas de rechazo y/o preocupación por parte de organizaciones económicas, sindicales y movimientos sociales, tanto del Mercosur como de la Unión Europea.
Conocido este nuevo “leak”, la idea de que el único problema era si se lograba o no que los europeos ampliaran la cuota para la importación de carne de 70.000 a 99.000 toneladas debe interpretarse, aun de lograrse, como solo un “salvataje de cara” distraccionista, de significación marginal en lo global, a cambio de lograr los europeos gigantescas concesiones que desbalancearían aún más las ya muy desequilibradas relaciones comerciales, económicas y financieras entre economías centrales (Europa) y periféricas (Mercosur).
Las relaciones del Mercosur con Europa tienen enorme significación y no pueden ser dejadas al arbitrio del secretismo para imponer “hechos consumados”; del ideologismo dogmático (suponer que la liberalización de mercados corregiría automáticamente asimetrías estructurales entre economías con mayor y menor grado de desarrollo) o de los apuros políticos circunstanciales.
Ante tanta desmesura, resultan urgentes pronunciamientos de la sociedad y sus organizaciones por:
i) Exigencia de transparencia. Excepto por los documentos "leakeados" -nunca negados por los gobiernos como ciertos- no se conoce a ciencia cierta qué han negociado y concedido las partes en secreto
ii) Exigencia de estudios de impacto: Que no deben ser solo en relación a los aspectos comerciales del TLC sino -y ello resulta esencial por la significación estructural-, de temas clave en negociación, como servicios, propiedad intelectual, compras públicas, comercio electrónico, etc.
Ya en perspectiva de una opinión social con mayor horizonte: iii) Proponer lineamientos básicos para una propuesta alternativa para una acuerdo Mercosur-Unión Europea, que incluya propuestas de metas y acciones para alcanzar resultados viables, consistentes y mutuamente beneficiosos.
La oposición a los TLCs no debe ser solo de "No", lo cual es caricaturizado sagazmente por el establishment y sus publicistas como una "oposición por la oposición misma", una nostálgica "vuelta al pasado" o una negativa " a reconocer el mundo como es". Las posiciones deben ser interpeladoras planteando lo que está mal y qué se propone en forma alternativa.
No hubo desmentida algún sobre la fidelidad de los 27 documentos, cada uno relacionado a distintos capítulos de la negociación y negociados en secreto. Su atenta lectura clarifica el nivel insospechado de concesiones brindadas por los negociadores mercosureños a los europeos, sin consultas previas a parlamentos nacionales ni a sectores económicos, sociales y regiones eventualmente a ser afectadas por éstas, poniendo en evidencia que el acuerdo al que se apunta tendría efectos estructurales y no solo meramente comerciales.
Entre otros muchos puntos llamativos regresivos llaman la particularmente la atención:
a) El anexo relacionado con automóviles llama la atención por las demanda europeas de no aceptar la reciprocidad en las certificaciones técnicas y requerir una apertura rápida y sustancial de las importaciones de vehículos y partes por parte del Mercosur.
b) El capítulo referido al comercio de productos donde no se clarifican exigencias imprescindibles de “reglas de origen”, de forma que las importaciones sean controladas por los Estados y no autocertificadas por las empresas, de forma de evitar que productos manufacturados casi totalmente en terceros países sean ingresados sin aranceles por ser considerados fabricados dentro de los bloques. (Por ejemplo, prendas de vestir de marcas reconocidas europeas fabricadas en países asiáticos que ha llevado a reclamos extendidos en otros países con TLC con Europa).Resultado de imagen para ropa de marca
c) Llama la atención la falta de una propuesta europea superadora para el capítulo sobre subsidios, uno de los temas más sensibles ya que se relaciona con la posibilidad que productos agropecuarios europeos ingresaran con ventajas desequilibradoras en el Mercosur, al sostenerse que los subsidios (aplicados por países europeos) deben pasar a ser discutidos solo en la paralizada Organización Mundial de Comercio (OMC).
d) La inclusión por parte de la UE de una propuesta específica sobre materias primas y energía, beneficia notoriamente a sus empresas y supone la prohibición de comercio por parte de empresas públicas y de requerimientos de precios, y de plena libertada de transporte y tránsito.
e) La continuidad de exigencias europeas en relación a derechos de propiedad intelectual monopólicos y de “exclusividad de datos de prueba”, que como ya se ha observado reiteradamente en otros TLC, llevaría, por ejemplo, a la desarticulación de industrias farmacéuticas mercosureñas y a un aumento sustancial de los precios de medicamentos.
En la última semana el Secretario de Relaciones Internacionales de Argentina, Horacio Reyser, reiteró que la firma del acuerdo se encuentra cerca, asegurando en forma significativamente imprecisa que “quedan tres o cuatro puntos a resolver, que no son los más importantes en el vínculo entre los dos grupos, pero sí de mucha negociación”.
No se informó cuáles son precisamente esos “tres o cuatro puntos” comentados por Reyser, miembro de un (actual) gobierno argentino que clama por una vocación diferenciadora de transparencia. Los sucesivos fracasos en los últimos meses del propósito de cerrar las negociaciones del TLC Mercosur-UE contra reloj, ha llevado al crecimiento de interrogantes sobre qué se está negociando en realidad en forma tan reservada.
Por cierto se ha perdido la inocencia previa -prevalente en la opinión social hasta no hace mucho tiempo- que llevaba a suponer que el TLC sería maravilloso, fuera como fuera. Ha habido en el último período manifestaciones significativas de rechazo y/o preocupación por parte de organizaciones económicas, sindicales y movimientos sociales, tanto del Mercosur como de la Unión Europea.
Conocido este nuevo “leak”, la idea de que el único problema era si se lograba o no que los europeos ampliaran la cuota para la importación de carne de 70.000 a 99.000 toneladas debe interpretarse, aun de lograrse, como solo un “salvataje de cara” distraccionista, de significación marginal en lo global, a cambio de lograr los europeos gigantescas concesiones que desbalancearían aún más las ya muy desequilibradas relaciones comerciales, económicas y financieras entre economías centrales (Europa) y periféricas (Mercosur).
Las relaciones del Mercosur con Europa tienen enorme significación y no pueden ser dejadas al arbitrio del secretismo para imponer “hechos consumados”; del ideologismo dogmático (suponer que la liberalización de mercados corregiría automáticamente asimetrías estructurales entre economías con mayor y menor grado de desarrollo) o de los apuros políticos circunstanciales.
Ante tanta desmesura, resultan urgentes pronunciamientos de la sociedad y sus organizaciones por:
i) Exigencia de transparencia. Excepto por los documentos "leakeados" -nunca negados por los gobiernos como ciertos- no se conoce a ciencia cierta qué han negociado y concedido las partes en secreto
ii) Exigencia de estudios de impacto: Que no deben ser solo en relación a los aspectos comerciales del TLC sino -y ello resulta esencial por la significación estructural-, de temas clave en negociación, como servicios, propiedad intelectual, compras públicas, comercio electrónico, etc.
Ya en perspectiva de una opinión social con mayor horizonte: iii) Proponer lineamientos básicos para una propuesta alternativa para una acuerdo Mercosur-Unión Europea, que incluya propuestas de metas y acciones para alcanzar resultados viables, consistentes y mutuamente beneficiosos.
La oposición a los TLCs no debe ser solo de "No", lo cual es caricaturizado sagazmente por el establishment y sus publicistas como una "oposición por la oposición misma", una nostálgica "vuelta al pasado" o una negativa " a reconocer el mundo como es". Las posiciones deben ser interpeladoras planteando lo que está mal y qué se propone en forma alternativa.