agenciasinc.es.- Hace 15 años que el investigador de origen ruso Andre Geim aisló,
junto a su compañero Konstantin Novoselov, el grafeno. Conseguir reducir
el grafito a una monocapa de un nanómetro de grosor podía parecer
entonces una curiosidad, pero lo mejor estaba todavía por venir.
Las
propiedades singulares de este nuevo material pronto asombraron a los
investigadores por su potencial. En 2010, ambos recibían el Premio Nobel
de Física por ello.
Este no era el primer gran premio que recibía
el físico. En 2000 ya había recibido un Ig Nobel —parodias del galardón
sueco que se otorgan a las investigaciones más extravagantes del año—
por usar las propiedades magnéticas del agua para hacer levitar una rana
con imanes. Esto lo convierte en la primera y única persona en ganar
ambos galardones.
Hoy Geim investiga en la Escuela de Física y
Astronomía de la Universidad de Mánchester. Sinc ha hablado con él
aprovechando una visita a España.
El grafeno ya se conocía, pero nadie le había dado demasiada importancia. ¿Por qué comenzó a trabajar con él?
Se
sabía que el grafito está formado por capas de grafeno, pero no sus
propiedades ni su comportamiento. Tampoco había sido nunca aislado ni
investigado. No se entendía. Es algo normal en ciencia: los planetas se
conocieron durante dos mil o tres mil años, pero tuvo que venir
Copérnico para que los entendiéramos. Además, el 99,999 % de la gente
creía que el grafeno no existiría si se extraía.
¿Se esperaba este bum?
No
es el objetivo de la ciencia. Nuestra pregunta era saber qué pasaba con
el grafito si lo hacíamos más y más fino. No esperábamos llegar a una
única capa, pero lo interesante no es que tuviera un nanómetro de
grosor, sino que mostraba propiedades singulares que nadie podía
esperar. Si solo hubiera sido una capa atómica la gente habría dicho
‘qué mono’ y eso sería todo. Aislarlo fue el comienzo del descubrimiento
de todas estas propiedades electrónicas y mecánicas que han atraído
tanta atención.
¿Cuál cree que es su aplicación más interesante?
Nos
dieron el Nobel por sus propiedades electrónicas. Creo que lo más
interesante del grafeno es que las ecuaciones físicas del día a día que
se aplican al cobre y el hierro ya no se cumplen. Entras en el reino de
la física cuántica relativista. De repente podemos estudiar fenómenos
sobre una mesa que normalmente solo tienen lugar a velocidades cercanas a
la luz, en experimentos en el CERN, y que nadie pensó que sería posible
probar así.
“El grafeno ha expandido la caja de herramientas de la humanidad a otra dimensión”
Si miramos desde una perspectiva más amplia, hemos tenido la Edad de
Piedra, de Bronce, de Hierro, ahora de Silicio y de Plásticos. Todos
esos materiales tienen tres dimensiones. Hasta ahora no había materiales
donde el grosor estuviera ausente. Acabamos de expandir nuestra caja de
herramientas para la especie humana a otra dimensión, pero todavía
estamos entendiendo cómo se usa.
Hay cierta discusión sobre si el grafeno sustituirá al silicio, ¿qué opina al respecto?
Mi
opinión es que probablemente no. Hace una década hubo una
sobreexpectación con la idea de que el grafeno iba a sustituir al
silicio, pero su aplicación en electrónica llevará dos o tres décadas
más y ahora tenemos docenas de otros materiales bidimensionales. Es
inevitable que se use para producir chips más rápidos: en algún momento
alguno de estos materiales serán, si no un sustituto, sí un complemento
al silicio. En España ya introducen grafeno en circuitos combinados con
silicio, por ejemplo.
¿Ha dañado al grafeno tanta excitación y hype?
Todavía
hay mucho entusiasmo. Somos humanos, nuestras expectativas siempre
superan a la realidad. Hay que entender que todo lo que haces en la
universidad es con vista a diez o incluso veinte años. Ahora la gente ha
descubierto que no necesitas tener grafeno con la calidad más alta
porque hay muchas otras aplicaciones que no son revolucionarias sino
‘evolucionarias’. Lo llamo ‘difusión’: estos materiales ‘se difunden’ en
el mercado, aunque el grafeno solo mejore las propiedades en un 50 % y
no sean productos todavía revolucionarios.
Deberíamos entender,
académicos y periodistas, cómo funciona la vida real. Es un proceso
gradual: pasar de investigación básica a un producto de consumo requiere
como mínimo una generación. El grafeno no empezó en 2004 sino más de
cinco años después, cuando se empezó a producir en grandes cantidades, y
ya tenemos muchas compañías, productos y mejoras.
“Pasar de investigación básica a un producto de consumo requiere como mínimo una generación”
¿Debemos cambiar nuestra mentalidad y entender que no existen las revoluciones en ciencia?
No podemos cambiar eso. Hemos sido malcriados por la rapidez de las puntocom y el software
y todo el mundo espera que pase lo mismo con el grafeno, que es un
material. La gente cree que Bill Gates inventó los ordenadores y Mark
Zuckerberg las redes sociales, cuando en realidad todo llevó casi un
siglo hasta que comenzó la revolución del silicio y empezaron a llegar
los ordenadores. Hay que moderar las expectativas.
¿Cuál es el mayor reto del grafeno ahora mismo?
Ahora
se produce en enormes cantidades pero con poca calidad. Es muy
utilizado, pero para aplicaciones de alta tecnología es todavía
insuficiente. Dale tiempo a encontrar aplicaciones, hacerlo más barato,
de más calidad… dale tiempo. Con el silicio pasó lo mismo.
Usted tiene pocas patentes y el grafeno no está entre ellas. ¿Por qué no?
Siempre
fui escéptico sobre qué patentar, es difícil protegerlo todo con una
sola patente. Además, son caras: necesitas cientos o miles de dólares y
luego apoyarlas durante veinte años. Si hubiéramos patentado el grafeno
en 2004, ahora estaría a punto de expirar y todavía no hay muchos
productos.
En realidad, soy escéptico sobre las patentes. Yo tengo
unas diez y ninguna me ha dado dinero, quizá en cinco años. Es un
mecanismo complejo: necesitas saber qué área proteger, comunicarte con
la industria, buscar nuevas áreas y protegerlas también… La gente cree
que patentas una idea y te sientas en el sofá a fumarte un puro mientras
esperas. Esto no suele pasar. Sirven para proteger productos, y hasta
que no tienes uno no tienes nada.
Asegura que atravesamos
una “crisis del conocimiento” y que la tasa de descubrimientos es menor
que nunca. Tendemos a pensar que cada vez se inventan más cosas y más
rápido, ¿por qué dice eso?
“Somos un atleta que corre tan rápido que no se da cuenta de que
se va a morir de cansancio; en nuestro caso, por falta del conocimiento
básico que alimenta el aplicado”
Vivimos del conocimiento previo, basado en descubrimientos hechos en
el último siglo. Somos un atleta que corre tan rápido que no se da
cuenta de que se va a morir de cansancio; en nuestro caso, por falta del
conocimiento básico que alimenta el aplicado. Chascas los dedos y hay
una nueva tecnología, alguien hace un programa informático y se hace
millonario. Crea el Bitcoin de la nada y todo el mundo se hace rico. Por
lo que yo sé, el Bitcoin solo ha contribuido al calentamiento global
por la electricidad que gasta.
La gente olvida la relación entre
investigación básica y prosperidad. Nosotros nos preguntamos qué pasaría
si pudiéramos hacer el grafito más fino. Alguien podría haber dicho:
“¿A quién le importa?, ¿Para qué?”. Los descubrimientos se dividen entre
los que se han aplicado y los que todavía no, nada es inaplicable. Mira
la teoría de la relatividad de Einstein: “Cosa de académicos lunáticos
que buscan algo irrelevante”. Medio siglo después tenemos el GPS.
Lo
que comenta sobre la crisis del conocimiento me recuerda a cuando Buzz
Aldrin dijo: “Me prometisteis colonias en Marte. En vez de eso, tengo
Facebook”.
Necesitas ambos. No me gusta Facebook ni las
redes sociales; tampoco Bitcoin, aunque me ha ido bastante bien con él.
Pero veo el panorama completo: este tipo de avances crean interacciones
más rápidas y eficientes entre la gente. Es como Google, del que nadie
se queja. Facebook y Twitter intentan hacer la comunicación más
eficiente y eso es importante para nuestra especie.