Maribel Ramírez Coronel.- Si ya se sabía que en Estados Unidos los demócratas no aceptaban
cláusulas específicas del TLCAN renegociado —ahora T-MEC—, en particular
en lo referente a derechos de trabajadores, medio ambiente y
medicamentos, aun así el Senado mexicano se apresuró a ratificar el
tratado con Estados Unidos y Canadá.
Ahora México está en un brete
porque el Congreso norteamericano liderado por los demócratas está
inamovible en su posición: no aprobarán el nuevo tratado a menos que se
renegocien esos tres apartados concretos, y ante todo en la parte de
medicamentos.
Y aquí la paradoja para México: el tema de
medicamentos se ha convertido en el más importante en la discusión en
Estados Unidos, y es obvio, pues limitar el acceso a terapias tiene un
impacto directo en la vida de la gente. Y si afecta a los
estadunidenses, mucho más afectará a los mexicanos dadas las condiciones
del sistema de salud mexicano y sus limitados recursos.
Lo obvio
es que en esa discusión México tendría que apoyar al Congreso
norteamericano: si el presidente López Obrador quiere avanzar en su
promesa de acceso gratuito a medicamentos para todos, esas buenas
intenciones no podrá cumplirlas por muchas razones, pero en principio no
lo logrará si no se introducen enmiendas al T-MEC.
El capítulo de
derechos de propiedad intelectual del tratado limita la competencia al
otorgar monopolios más largos y más amplios a las compañías
farmacéuticas productoras de fármacos innovadores u originales que los
hoy vigentes en México, y ello será a expensas de los pacientes y de los
contribuyentes que lo pagarán. Al extenderse la protección de los
medicamentos de patente, tardará más la llegada de genéricos o
biocomparables y, sin competencia, se extienden más tiempo los elevados
costos de medicamentos de última generación.
De acuerdo con una
reciente publicación de South Centre —organización intergubernamental
que ayuda a países en desarrollo a promover sus intereses comunes en la
arena mundial—, en el T-MEC México es sin duda el más perjudicado de los
tres firmantes por la excesiva protección a farmacéuticas de
innovación.
“Entre otras cosas, México tendría que conceder a las
ampliaciones de la vigencia de las patentes periodos de exclusividad más
amplios y prolongados, también para los medicamentos biológicos
costosos, tanto por las demoras en la concesión de patentes como para
aquellas que se encuentren en el proceso reglamentario de aprobación, y
ampliar las normas de patentabilidad, por ejemplo, exigiendo la
concesión de patentes para nuevos usos”, señala el informe de South
Centre.
Dicho informe, firmado por la especialista Mariana Fabiana
Jorge, expone un análisis detallado de las principales disposiciones
del T-MEC en propiedad intelectual relacionadas con productos
farmacéuticos.
Lo paradójico es que México es el más perjudicado,
pero no hace nada. Si la situación mejora, será gracias a los miembros
del Partido Demócrata de la Cámara de Representantes en Estados Unidos
que no quitan el dedo del renglón. Si logran renegociar algunas de esas
disposiciones para restablecer cierto equilibrio entre la necesidad de
fomentar la innovación y la competencia, los mexicanos seríamos los más
favorecidos.
La semana pasada sucedió algo inusual: 100
congresistas en Estados Unidos firmaron una carta pidiendo al
representante comercial Robert Lighthizer esos ajustes básicos al T-MEC.
Y tal parece no darán marcha atrás hasta conseguirlo.
Si los
estadounidenses están más preocupados por el impacto del T-MEC en el
costo de medicamentos, lo que evidencia es que al gobierno y al Congreso
de México no les importó o no entendieron el tema; les preocupó más que
se ratificara la renegociación del tratado, sin considerar los elevados
costos implícitos que hoy en EU se están dilucidando, y que, de
quedarse así, encarecerán la salud en los tres países, pero ante todo en
México.