miércoles, 17 de julio de 2019

T-MEC, políticas de salud en México y la rebelión demócrata


Por Alicia Salgado.- Uno de los temas que está complicando la ratificación del T-MEC en Estados Unidos tiene que ver con la ampliación que se negoció con México del periodo de vigencia de ocho a 10 años de las patentes en medicamentos biológicos o químicos innovadores, como parte de los acuerdos de propiedad intelectual, en la etapa final de cierre del tratado.

El equipo de Ildefonso Guajardo lo aceptó bajo presión, luego de que la parte norteamericana empujara con todo y a pesar de que los laboratorios nacionales se oponían por el impacto que tendría para la industria de genéricos, y simplemente caminó.
Pues justo esa negociación es la que utiliza el grupo de demócratas, impulsada por la líder de la mayoría Nancy Pelosi para afirmar que si no reabre el tratado para revisar el capítulo de propiedad intelectual y otros relacionados con temas de cumplimiento laboral y ambiental, no apoyará la ratificación del NAFTA 2.0 (como le llaman al USMCA o T-MEC), porque implicaría “respaldar al monopolio farmacéutico, se traducirá en precios elevados que pueden atar los precios de los medicamentos en Estados Unidos”.
Es relevante el asunto por las implicaciones que ahora tiene toda esa negociación en el marco del cambio de política para la realización de compras de insumos para la salud en el gobierno.
La carta suscrita por 27 demócratas integrantes del Congreso y dirigida al representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, el pasado 25 de junio, pareciera caer como anillo al dedo en el actual contexto de negociación de precios de medicamentos de patente, distribución de insumos para la salud, busca de reducción de costos de logística, pago de adeudos y, sobre todo, cambio radical en los procedimientos de compra en el mercado gubernamental que representa 47% del total.
Hoy, el principal problema del sistema de compra que ha configurado la Oficialía Mayor de Hacienda, a cargo de Raquel Buenrostro, es la escasa liquidez que tienen los laboratorios por la ruptura de contratos entre éstos y los distribuidores, por las deudas acumuladas por instituciones como el ISSSTE, que dirige Luis Antonio Ramírez, pero también con la dificultad que enfrentarán hacia adelante para promover inversiones de persistir la amenaza del Presidente de abrir todas las compras a licitaciones internacionales saltándose todo tipo de tratado comercial.
Fíjese, cuando México aceptó la ampliación, Guajardo comentó en chacaleo afuera de la embajada de México que “la ampliación del tiempo de protección de las patentes de estos medicamentos (biotecnológicos innovadores) permitió establecer un marco de promoción para atraer inversiones a México para que estos productos se desarrollen, investiguen o innoven en México, al amparo del cambio en propiedad industrial producido.”
Y pregúnteme si hoy, esos mismos laboratorios que ven entrar a chinos, indios o malayos al mercado mexicano en la búsqueda de abatimiento de precios están considerando invertir en México, o ampliar sus protocolos de investigación médica en el país, cuando se ha tomado la decisión de eliminar cuadros básicos y, la iniciativa para reformar la Ley de Salud, que se encuentra en la Cámara de Diputados está proponiendo la flexibilización de los registros biotecnológicos, sin distinción de dónde procedan.
Me parece que los congresistas Andy Levin y Susan Wild, que encabezaron el documento que les relato, tendrían mucho argumento en su favor si revisan el cómo se ha modificado la política de compras de gobierno de insumos para la salud en México y, en especial, el tema de patentes, cuya compra para el segundo semestre está por iniciarse. Y ahí sí viene la madre de todas las reducciones del presupuesto, ¡no lo dude!