larazon.es.- Es una historia parecida a la de Japón, pero a gran
escala. En los años 50, se convirtió en la fábrica del mundo. Y el
crecimiento económico que vivió el país animó la demanda interna, la
formación, la inversión… y al final viró su estrategia para terminar
convirtiéndose (hasta que la crisis de la que no termina de salir le
frenó) en una potencia tecnológica.
A partir de los años 70 marcas como
Toshiba, Toyota, Sony o Nikon se convirtieron en las grandes
innovadoras. China se miró en su espejo y tras quedarse vacío el hueco de la manufactura, el país se erigió en la siguiente fábrica del mundo,
pero el asombroso e imparable crecimiento que vive y sus particulares
condiciones políticas, geográficas y demográficas han convertido al
gigante asiático en un auténtico ciclón tecnológico y productor.
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Eso sí: el fenómeno no es casual. La fuerte apuesta del
Gobierno chino por huir de las críticas por su posición como país
creador y vendedor de copias de otros, se evidencia con los datos que la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (la OMPI) ha públicos: casi la mitad de las patentes (46%) que han solicitado su convalidación a este organismo global dependiente de la ONU en 2018 vinieron de China. 1.381.594 inventos y patentes de registro.
Le sigue, muy de lejos, Estados Unidos, con 18% del total y con una
caída de casi dos puntos respecto a 2017. En tercer puesto, Japón, con
un 9,4% y un descenso del 1,5% respecto al ejercicio anterior.
¿Qué
significan estos apabullantes estos datos? ¿Por qué vienen tantas
patentes del gigante asiático? ¿Es real esa potencia? Parte de la
respuesta podemos encontrarla en el ambicioso proyecto del Gobierno chino llamado Made in China 2025, que, en realidad, persigue pasar del made in al invented in.
2025 es solo la primera meta y en la que se busca, con un plan decidido
y una fuerte inversión económica, reducir las diferencias con los
países más avanzados. De 2025 a 2035 el reto será consolidar la posición
y en 2045 liderar la vanguardia de la innovación mundial.
La particularidad de su sistema político es la que hace posible unos
planes tan a largo plazo que para cualquier país desarrollado se
convertirían en un puzle descompuesto a base de legislaturas y cambios
de partido.
"China piensa que mejorando la protección de sus desarrollos va a mejorar la competitividad económica", explica a INNOVADORES Ana Ebri,
agente de la propiedad industrial en asuntos internacionales con
despacho en Pekín. Ebri, que lleva años viviendo en el país asiático y
ayudando a compañías de todo el mundo a proteger sus desarrollos, ha
vivido en primera persona la evolución de la economía china y su apuesta
por fortalecer el sistema de patentes.
Desde 2008 se han abierto más tribunales especializados en la propiedad industrial y
se han establecido continuas mejoras (como los beneficios económicos
para los inventores o una protección mayor del secreto) para favorecer
el registro de patentes. Los incentivos financieros y fiscales a la
innovación son parte del plan, además de la inversión en atraer a
grandes talentos internacionales y la apuesta por formar a los suyos en
el extranjero para que después vuelvan y apliquen el know-how adquirido en casa.
"Ya no quieren ser la fábrica de otros, sino que se invente allí y tener una economía basada de verdad en la innovación", dice la responsable del gabinete Ebri & Asociados.
Sus empresas lideran ya la solicitud de patentes en áreas tan concretas
y determinantes para el futuro de la economía, la política y la
sociedad como la inteligencia artificial o el 5G, pero no son sus únicas tecnologías punteras.
La conducción autónoma y eléctrica,
los pagos y ventas en línea, o las super aplicaciones informáticas son
también notables. Y otra que llama especialmente la atención: la de los
sistemas de reconocimiento facial. En Europa, las preocupaciones lógicas sobre la privacidad de los usuarios
imponen límites a esta tecnología… pero en China no. Los rostros de
buena parte de sus 1.300 millones de ciudadanos están perfectamente
identificados por motivos de seguridad y control y eso tiene muchas
aplicaciones tecnológicas y de negocio que anima a sus empresas a seguir
investigando.
"El problema es que el número de solicitudes no siempre va a acompañado de la calidad esperada",
señala Ebri. Y, por eso, de las patentes elevadas a la OMPI, tienen más
éxito porcentual las presentadas en China por extranjeros que por
nacionales. Las de los chinos terminan siendo aceptadas en un 24% de los
casos, mientras que en las firmadas por internacionales la tasa de
éxito es del 58%. Si lo comparamos con su directo competidor, Estados
Unidos, la tasa de éxito de los nacionales es del 50%, el doble que el
gigante asiático.
¿Es que se regalan las patentes allí y por eso
pierden fuelle en su traslado a otros país? "No podemos decir que sea
más fácil patentar porque los procesos están perfectamente homologados a
los del resto de países de la OIMP y el Gobierno ha emprendido un claro
esfuerzo en los últimos años", explica Javier Vera, consejero técnico de la Oficina Española de Patentes y Marcas,
que mira con escepticismo las cifras, porque, aunque reconoce la
potencia del país y su apuesta innovadora, "las solicitudes están
subvencionadas y apoyadas públicamente, se busca la cantidad",
critica. Aunque a pesar de la gran diferencia entre las solicitadas y
las concedidas, China sigue siendo el primer país en patentes
efectivamente aprobadas el global mundial en 2018 (463.500) , seguido
(ahora sí) muy de cerca por EEUU con 452.429.
No obstante, entre
la presentación de una solicitud de patente en una oficina nacional y la
demanda de su reconocimiento en terceros países pueden pasar 30 meses
en los que garantiza la protección porque ese margen sirve para que las
empresas o investigadores capten fondos e interés de mercado, por lo que
esta supremacía que vemos hoy en solicitudes tardará años en verse
reflejada en requerimientos aprobados. "China está empezando en esto,
pero irá a mucho más" , sentencia Ebri. Y añade: "En las empresas
tecnológicas chinas y en sus centros de innovación es común encontrar
‘cuadros de patentes’ que recogen todas las solicitudes que una firma ha
presentado como una muestra de orgullo".
Pero no todos los creadores o empresas están dispuestos a invertir el dinero que cuesta obtener patentes en todos los países. Patentar en China es muy barato,
especialmente para los locales. Por 30 euros se solicita el registro, a
lo que hay que sumar entre 400 y 500 euros que cobra un despacho local
por la gestión. Entrar en otros países cuesta entre 3.000 y 12.000 euros
por nacionalidad, detalla Ebri. Y un mercado de más de 1.000 millones
de clientes en expansión continua es una propuesta lo suficientemente
atractiva para muchas empresas chinas, lo que puede explicar que esas
traslaciones de la patente no se soliciten siempre. Así, no se trata solo de abrir nuevos mercados, sino de proteger y amurallar el Chino de cara a las innovaciones exteriores.
Eso
explica en el balance del año 2018 que hace la Oficina Europea de
Patentes las patentes Chinas solo supongan el 5% del total. Lidera
Estados Unidos con el 25% de las solicitudes, seguido de Alemania (15),
Japón (13) y, en quinto puesto, China.
"Tener una patente en Europa es caro y eso está al alcance de pocas empresas",
explica el responsable e la oficina española, poniendo el ejemplo de
reconocidas firmas como Huawei, que lidera las instancias en Europa. "La
innovación y las patentes son un paso fundamental para introducirse en
el mercado", añade Ebri. Y también una herramienta política. El hecho de
que en la mayoría de las empresas el Estado tenga participación,
facilita las cosas para testar productos y obtener financiación y llevar
a cabo estos proyectos, como los de la expansión del 5G. Las empresas
consiguen nombre y "respeto", como reclamaba en estas páginas hace unos
meses el CEO de la propia Huawei en nuestro país, Tony Jin Yong; pero el
Gobierno también. Y sobre todo: consiguen exclusividad o dinero a
cambio de su uso, con lo que el Estado también expande sus arcas. Son
una inversión de Estado.
El puesto de España
En el ranking de la OIMP, también figuran los datos de España que,
por desgracia, no tienen punto de comparación ni con China, ni con
ninguna de las principales potencias europeas. Nuestro país solo
trasladó al organismo en 2019 la solicitud de 10.000 patentes, por lo
que ocupa el puesto número 22 en el ranking global.
"La nueva ley
de patentes ha influido mucho para que caiga el número porque ha
cambiado la forma de examinarlas", lamenta el responsable de la oficina
europea, lo que sumado a la crisis que hemos arrastrado en los últimos
años ha sido un auténtico lastre.