Esta es una lista de la compra común en Europa del Este:
-Zumo de naranja (sin naranjas)
-Chocolate (que sabe raro con poco cacao)
-Carne de cerdo (que lleva pollo)
–Palitos de pescado (sin pescado)
-Galletas de mantequilla (con aceite de palma)
-Y detergente (que lava poco)
Así las cosas, es muy común que los habitantes de países limítrofes crucen la frontera para comprar a Alemania o Austria. Es el caso de Livia, una dependienta de 65 años que vive en Dunajska Luzna, al sur de Eslovaquia con la frontera austríaca.
“Vengo aquí una vez a la semana para comprar yogures, mantequilla,
salami y detergente para la lavadora. No busco los productos más
baratos, sino los de precio medio porque en Austria tienen mejor calidad
que en Eslovaquia. Te esperarías que los productos fueran los mismos,
dado que ambos son países de la UE”, contó para Reuters.
Pero no.
Te esperarías que los productos fueran los mismos, dado que ambos son países de la UE. Pero no.
Todos esos productos que acumulan quejas son de marcas que pueden encontrarse en cualquier otro país europeo, pero
a los consumidores de países como Hungría, Ucrania, Bulgaria,
Eslovaquia, Eslovenia, Hungría y República Checa les están vendiendo
unos productos hechos con ingredientes de menos calidad. Así lo
ha determinado el pasado 13 de septiembre, en el Discurso de la Estado
de la Unión, Věra Jourová, la comisaria europea de más alto rango para
la defensa de la justicia, los consumidores y la igualdad de género.
“Esto es una práctica comercial injusta. En muchos casos, sí, estoy
convencida [que se ha infringido la ley] porque hay un engaño
manifiesto. (...) Hemos visto como crece la insatisfacción de
la gente que siente que necesita comprar cosas fuera de su país para
tener palitos de pescado que contengan pescado o zumo de naranja que
contenga naranjas… La frustración está creciendo y tenemos que hacer
algo. (...) Durante mucho tiempo el asunto se ha
ridiculizado [como poco importante], pero esto va de tratar con equidad a
los consumidores”, dijo Jourová.
Durante mucho tiempo el asunto se ha ridiculizado como poco importante.
Los productos que tenían ingredientes de menor calidad, según han notado los estudios llevados a cabo por Eslovenia, Hungría, Eslovaquia
(a finales de septiembre también Croacia publicará el suyo) son los
siguientes. obleas Manner, Nutella (Ferrero), Iglo Fish Fingers (Nomad
Foods Europe), galletas Leibniz (Balshen), Coca Cola, yogures de fresa
Spar, tableta de chocolate Milka (Mondelez).
El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, se
posicionó ya a finales de julio de lado de los países demandantes, que
alegan que se trata de una discriminación, y afirmó que no deberían
venderse productos aparentemente iguales en el Este de Europa cuando se
fabrican con ingredientes de calidad inferior.
“No aceptaré que en algunas partes de Europa a la gente se le venda
comida de calidad inferior que en otros países bajo la misma marca y
etiquetado. Los eslovacos no merecen menos pescado en sus barritas de
pescado, los húngaros no merecen menos carne en sus comidas y los checos
menos cacao en su chocolate”, dijo Juncker.
Y añadió: “No me gusta la idea de que haya una especie de Europa de segunda categoría”.
Por su lado,
las compañías se han defendido lanzando distintos argumentos: que si
los distintos mercados tienen distintos gustos y que si la lista de
ingredientes siempre es precisa y visible. Pero también han
señalado que los consumidores del este son más pobres que los del oeste y
que los precios de la comida son más bajos allí. Tal vez es que no
quieren castigar la popularidad y abasto internacional de la marca y
mucho menos los márgenes de beneficios que obtienen, de ahí que emplean
productos de menor calidad para abaratar costes.
No me gusta la idea de que haya una especie de Europa de segunda categoría.
Pero Daniel Boffey, corresponsal de The Guardian en Ljubljana señala algo más y explica que con el establecimiento del mercado único,
la principal manera de juzgar si las economías de los países
necesitaban ayudas o no era juzgar el poder adquisitivo del consumidor
mediante la cesta de la compra. Y como el poder adquisitivo en el este
ha aumentado, en parte gracias a una reducción del precio de la comida,
esto ha acabado por generar dudas acerca del dinero que se distribuye a
estos países en los programas de apoyo. Sin embargo, sus
detractores no recuerdan que en Europa del este el producto interior
bruto per cápita es un 7% inferior que el resto de países y que la
diferencia salarial de Polonia, Hungría y República Checa con Alemania
es hoy mayor que en 2008.
Si bien es cierto que las marcas recibieron en un primer momento el respaldo del lobby de la industria alimentaria europeo, FoodDrinkEurope,
que afirmó que no había dobles estándares ni discriminación para los
consumidores de la Unión Europea, pero el pasado 13 de septiembre firmó un comunicado en el que mostraba su acuerdo con las directrices anunciadas por el presidente Juncker.
Pero hasta llegar a este reconocimiento por parte de la Unión Europea, han pasado muchísimos años, como apuntaba Jourová. Euractiv ya se lo preguntaba en abril de 2011 y lo repetía este año y los gobiernos de los países del este llevan tiempo denunciándolo.
Boyko Borissov, el primer ministro de Bulgaria, fue uno de los que ha
alzado la voz últimamente: “Esto es inaceptable y un insulto. T
al vez es un resto del appartheid, para algunos, la comida tiene que
ser de mayor calidad, para otros, en el este de Europa, peor”.
Junto con su primer ministro de agricultura, Rumen Porozhanov, anunciaba
a finales de mayo que iban a someter a un análisis comparativo varios
productos.
El ministro de agricultura de la República Checa dijo que su país estaba cansado de ser “el cubo de la basura de Europa”.
Y en junio la asociación eslovena de consumidores (ZPS) publicaba los
resultados de un análisis similar en el que se estudiaron pares de 32
productos vendidos bajo la misma marca y etiqueta en Eslovenia y
Austria. En 10 de ellos se identificó una diferencia sustancial en la
calidad, siempre siendo inferior en el caso esloveno.
También ha reaccionado el líder la de la extrema derecha nacionalista y
presidente de Hungría, Viktor Orbán, que lo ha tildado de “el mayor
escándalo del pasado reciente” y el ministro de agricultura de la
República Checa, Marian Jurečka, dijo que su país estaba cansado de ser
“el cubo de la basura de Europa”.