El ministro de Producción, Francisco Cabrera, enfrenta las quejas de los industriales.
El
gobierno argentino se apresta a firmar la semana que viene junto a los
socios del Mercosur un “acuerdo político” que establezca un nuevo piso
en las negociaciones de libre comercio con la Unión Europea (UE).
Ese
compromiso le permitiría a la administración de Cambiemos lucirse en la
cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que durante los
próximos días tendrá lugar en Buenos Aires. Sin embargo, hay capítulos
sensibles del acuerdo vinculados a bienes y servicios, compras públicas y
patentes que no están cerrados. Hoy es el último día de negociaciones
en Bruselas, con la participación de representantes de los países del
Mercosur y también dirigentes del sector privado. “La información nos
llega por los empresarios brasileños”, se quejan los dirigentes
metalúrgicos, de laboratorios, siderurgia, autopartes, naval y
alimentos.
La orden de Mauricio Macri desde hace unos meses es que se avance
todo lo posible en la firma del acuerdo con la Unión Europea. Es decir
que encima del efecto negativo para la industria local que se deriva de
la propia lógica del acuerdo se monta la ansiedad argentina por la
firma, que implica en los hechos una mayor flexibilidad en la
negociación. En este contexto, los dirigentes de las cámaras
industriales más grandes del país fortalecieron su posición de cautela
(cuando no rechazo) en relación al acuerdo. Si bien en estos días se
mejoraron las ofertas de rebaja arancelaria de parte de ambos bloques,
desde Europa no apareció la oferta superadora en carnes y etanol, dos
rubros sensibles de la negociación.
Carnes y etanol son dos productos en donde los países de la región, y
particularmente Brasil, tienen posibilidades de crecimiento en el
mercado europeo. La intransigencia europea se explica por la postura de
Francia, aunque hay numerosos sectores del agro europeo en pie de guerra
por el acuerdo con el Mercosur. “La comisaria europea de Comercio,
Celia Malmström, debe rechazar la destrucción medioambiental, las fallas
en la seguridad alimenticia y el bienestar animal y el trabajo esclavo
asociado a la carne proveniente de Brasil”, dijo ayer Joe Healy,
presidente de la Asociación Irlandesa de Granjeros (IFA, por su sigla en
inglés).
Mientras los productores agropecuarios europeos se quejan del
acuerdo, las industrias del Viejo Continente son las principales
ganadoras. Por eso, la industria argentina presenta una situación
netamente defensiva. “Se trata de perder lo menos posible”, dicen los
industriales. Para hacerle marca personal a los negociadores, viajaron a
Bruselas representantes de Adimra (metalúrgicos), Cilfa (laboratorios),
Copal (alimentos), Afac (autopartes), Cámara del Acero, industria
naviera y agroquímicos. Entre los metalúrgicos y siderurgia, entre
otros, la principal preocupación pasa por el establecimiento de un
umbral alto para las normas de origen. Este mecanismo permitiría evitar
que ingresen a la Argentina libre de aranceles productos fabricados
mayormente en Asia pero etiquetados en Europa.
Otro punto sensible para los metalúrgicos es el capítulo de compras
públicas, en donde las empresas europeas piden tratamiento igualitario
con las nacionales. Las compras públicas en la Argentina no están
reguladas por la OMC, con lo cual son muy amplios los grados de libertad
del Estado para utilizar ese recurso como medio para impulsar a la
industria. Con el acuerdo, esa posibilidad se restringiría en favor de
la industria europea.
Para los laboratorios y las empresas de agroquímicos la situación
también es compleja, porque la UE está reclamando la exclusividad de los
datos de prueba que se hacen para homologar nuevas drogas y una
extensión en los plazos para la protección de patentes. En tanto, los
alimentos nacionales enfrentan el problema de las indicaciones
geográficas de la competencia europea. Por ejemplo, entre los quesos
europeos es común que la descripción del producto incluya la referencia
geográfica. La industria argentina pelea para que esa lógica no se
imponga en los productos locales. A la complejidad de la negociación se
suma la poca disposición a compartir información por parte de los
negociadores del Gobierno. “Nos terminamos enterando más cosas por los
empresarios brasileños que por los funcionarios argentinos”, se quejan
industriales.