Mauricio
Jalife.- El
relanzamiento y consecución del Transpacific Partnership Agreement, hoy
rebautizado como Tratado Integral y Progresista de Asociación
Transpacífico (CPTPP), puede ser visto como una confirmación del
compromiso de nuestro país con el libre mercado y la intención enfática
de abrirse puertas en nuevos países.
Ante la súbita
salida de Estados Unidos de las ya muy avanzadas negociaciones del TPP,
en cuanto el presidente Trump asumió el cargo, parecía que el atractivo
de formar parte del club habría perdido su principal motivación,
consistente en igualar condiciones arancelarias con otros competidores
que amenazaban con superar a nuestro país en ofertas de exportación de
maquila electrónica y textiles. Una vez superada la crisis generada por
la salida del 'hermano mayor', los 11 países restantes, pertenecientes a
cuatro continentes, decidieron aprovechar lo negociado para impulsar el
comercio entre sí.
De hecho, la
firma del tratado está emplazada para el próximo 8 de marzo en Chile,
configurando con ello un escenario inédito en materia de negociaciones
internacionales para nuestro país, ya que de manera simultánea esta en
jornada de cierre del Tratado con la Unión Europea, y en puntos
climáticos la renegociación del TLCAN. Si todo fuese en la misma línea
podríamos asumir que son capítulos de la misma saga, pero al menos en
ciertos capítulos, como propiedad intelectual, las tendencias en puntos
críticos marcan contrapesos difíciles de resolver.
Una primera
observación apunta a señalar que ciertos compromisos asumidos, por
ejemplo, en materia de patentes farmacéuticas, han sido suspendidas
hasta que, eventualmente, Estados Unidos decida reintegrarse al Tratado.
En ese renglón se ubica la polémica figura de la prórroga de vigencia
de patentes, la protección de nuevas formas farmacéuticas y la
protección de datos clínicos, entre otras. Este hecho marca de manera
clara el nombre y apellido de quien provenía la imposición para asumir
estos discutibles estándares de protección, en una materia tan sensible
como la salud pública, y sólo el tiempo dirá lo que nuestro vecino ha
perdido en términos de liderazgo y nuevos parámetros de referencia para
otros tratados comerciales en formación.
El otro tema que sobresale en este sprint final
de cierre de tratados, es la visión contrapuesta sobre la regulación de
indicaciones geográficas, que es el tema que de manera más sensible
enfrenta a la Unión Europea con Estados Unidos. Mientras que el primero
pugna por el reconocimiento irrestricto a sus nombres geográficos de
quesos, vinos, cervezas y cárnicos, los segundos pretenden mantener el
acceso abierto a su uso cuando han sido empleados como términos
genéricos. En el debate hay miles de productores para los que el
movimiento de la regulación incide directamente en su supervivencia.
Lo que no se
mira claro es la forma en que nuestro país resolverá el acertijo, ya que
con el texto actual del CPTPP estaría asumiendo obligaciones que en
materia de indicaciones geográficas son contradictorias con la reforma
aprobada por el Congreso recientemente, y con lo negociado por nuestro
país con Europa. Como dirían los clásicos, muy interesante.