lmneuquen.- Buenos Aires, No
es la primera creación de Ignacio Berra, cirujano de 41 años del
Hospital Garraham, pero posiblemente se encamine como la más
trascendente de su carrera profesional.
Se trata de una máquina que,
esencialmente, optimiza la calidad del corazón a trasplantar y, de este
modo, mejora su cantidad, estimándose que ésta podría duplicarse. Se
llama “Sistema de Perfusión Normotérmica Ex-Vivo” y el médico lo
presentará este jueves en el congreso de la ISHLT (International Society
of Heart and Lung Transplantation), que se desarrollará en Orlando. “En
lugar de llevar al paciente a la máquina, llevamos la máquina al
paciente”, simplifica el cardiocirujano en su intento por explicar la
funcionalidad de su invento que, según sus palabras, en lugar de sacar
un órgano y ponerlo en una máquina, que es lo que suele hacerse
habitualmente, el médico hace el trabajo de ablación dentro del cuerpo
del donante “para que el órgano siga recibiendo sangre de la forma más
fisiológica posible. El órgano siempre recibe un aporte de nutrientes y
oxígeno a través de la sangre. Con nuestra técnica esto no se
interrumpe, por lo que el corazón no sufre isquemia (disminución de la
circulación sanguínea), continúa con su metabolismo y sigue
funcionando”. A medida que se extrae el órgano, se conecta a la máquina
que reproduce las condiciones del cuerpo, como la circulación contínua
de sangre, evitando daños celulares graves o irreversibles. Es como
engañar al organismo donante: “El concepto es que el órgano no se dé
cuenta de que lo vamos a sacar de ese cuerpo”.
Si
bien, por el momento, las pruebas fueron realizadas en corazones de
cerdos, aspiran a que antes de fin de año esta técnica comience a
probarse con los denominados “órganos cadavéricos”, que son aquéllos que
no sirven para trasplantes y serán descartados. ¿Qué pasa si ese órgano
que, en principio, no sirve, es recuperado por el invento del doctor
Berra? El profesional puntualiza que una de las cosas que ya hablaron
con las autoridades de salud de la Nación tienen que ver con las
cuestiones éticas. “Si tomamos un órgano en malas condiciones -explica- y
lo recuperamos, el lugar en donde haremos las pruebas definirá si se lo
usa. En la actualidad, en un trasplante de corazón, cuando se realiza
la ablación, hasta que se hace el implante hay un plazo de seis horas, a
través del uso de la preservación química con frío. Con la perfusión
ex-vivo se estima que el tiempo se estire hasta 8 horas. Pero lo más
importante es que se puede evaluar la viabilidad del órgano durante el
traslado. Cosa que con la preservación en frío no se puede”, detalló
Berra, en declaraciones al diario La Nación. Y amplió: “Esto quiere
decir que se puede ir analizando el corazón antes de implantarlo.
Midiendo el ácido láctico y haciendo un electrocardiograma, por
ejemplo”.