Agencia InterMedia AIM
En otra jornada de lucha mundial contra Monsanto y el
sistema de los agronegocios con transgénicos y agrotóxicos,
organizaciones sociales del litoral firmaron este jueves una declaración
titulada “La patente sobre semillas es ilegítima, los pueblos deben
resistencia al tirano”, se informó a AIM.
Con la firma de las agrupaciones Junta Abya Yala por los Pueblos
Libres y Programa de Extensión “Por una nueva economía, humana y
sustentable” de la carrera de Comunicación Social, de la Universidad
Nacional de Entre Ríos (Uner), el documento, enviado a esta Agencia,
repudia las patentes sobre las semillas y sostiene que son “una
declaración de guerra del capital a los pueblos y a la libertad”.
A continuación, el documento completo firmado en Paraná
La
patente sobre semillas es ilegítima, los pueblos deben resistencia al
tiranoFrente a la nueva arremetida de las multinacionales para
profundizar el ordenamiento de la producción de alimentos de acuerdo a
sus mezquinos intereses, ratificamos que toda patente sobre semillas es
una violación, y que los pueblos tienen derecho a la resistencia frente a
una pretendida apropiación.
Hemos sido atropellados por el capital financiero mundial, las
multinacionales y sus socios y seguidores en el país. Cada día queda
menos margen para la vida comunitaria en armonía, y ese es el resultado
de un sistema que tiene como paradigma a Monsanto y sus socios. Un
sistema enemigo de la vida que ya está instalado, y que los gobiernos
deben revertir, jamás acentuar como lo están haciendo.
Estamos ante nuevas maneras de extender el colonialismo con la
reducción de las mayorías a la servidumbre, el desprecio de la
biodiversidad, el retaceo de semillas y la aplicación de la usura
patentando la vida, luego de introducir cambios genéticos con una
soberbia que es propia de los patrones del régimen.
Como respuesta, las organizaciones sociales nos vemos en la
obligación de estudiar para tomar conciencia. El conocimiento y la
amistad de los pueblos son nuestras fuentes.
De allí derivarán los planes para la independencia, y esa
independencia exige la expulsión del capital financiero, la erradicación
de la usura.
Cualquier persona que siembre tiene derecho a usar semillas de su
producción, intercambiarlas, regalarlas, y a cultivar sin riesgos de que
los transgénicos modifiquen los ciclos biológicos y contaminen la
naturaleza.
Este sistema implantado con el solo interés del lucro es el fruto de
la modernidad esclavizadora, genocida. Nosotros somos hoy los indios,
los negros, los gauchos, la barbarie. Las multinacionales, los estados
que las apañan y sus socios vernáculos traen zozobra y muerte, en las
antípodas de José Artigas que devolvió tierra y dignidad a los indios,
los negros, los gauchos, esperanzas a los que el régimen llama barbarie.
El genocidio del Abya Yala sigue vigente por distintos medios. Hoy se
expresa en los transgénicos y el riego con cocteles de químicos que
atentan contra la salud, ante la mirada cómplice de empresarios,
políticos y profesionales ligados al negocio.
Sufrimos un éxodo lacerante, y el capital llega en el siglo XXI a devorar lo poco que va quedando tras cinco siglos de saqueos.
Los legisladores no están autorizados por los pueblos a acompañar los
desmanes del gran capital, las patentes sobre las semillas no tienen
licencia social, y las leyes contra la vida demuestran que los
legisladores no representan hoy más que sus intereses y los de sus
opulentos socios del sistema.
Hace casi dos años firmamos con numerosas organizaciones del litoral
argentino un documento en defensa del maíz y la vida. Allí declaramos al
maíz (Zea mays) semilla venerable e inviolable de Abya Yala y el
planeta, alimento sustancial de la especie humana, y advertimos que
desconocemos toda patente privada o propiedad intelectual sobre la
semilla o la planta del maíz. Repudiamos las patentes. A las semillas no
las fabrican los ricos, son de la naturaleza, y hay miles de años de
trabajo e ingenio humano puestos en algunos cultivos. No estamos
dispuestos a entregar la soberanía. Nadie, absolutamente nadie es
propietario de la genética de una semilla.
Focalizamos un cultivo milenario, símbolo entre los alimentos del
Abya Yala, pero hicimos extensivas nuestras prevenciones por todas las
especies.
En estos días de setiembre de 2014 acompañamos otro documento, junto a
entidades hermanas, titulado “no nos patenten la vida”. Allí sostenemos
que no hay nada que negociar con la invasión colonial, no hay
coexistencia posible.
La producción a gran escala con químicos y transgénicos, el
patentamiento de semillas y las exigencias de regalías a los que
sembramos son las armas de un ataque neocolonial que no da lugar a la
vida familiar, a las chacras, a la producción orgánica de los
campesinos, a los conocimientos milenarios, a la alimentación sana.
Las patentes sobre las semillas son una declaración de guerra del
capital a los pueblos y a la libertad. Tomamos nota. Detrás de estos
proyectos para apropiarse de la vida hay un tirano que se llama capital
financiero. Los legisladores están obligados a actuar contra ese tirano y
contra todo avasallamiento.
Nuestros reclamos deben ser entendidos como reafirmación de la
libertad de las semillas, del derecho a cultivar la tierra. Somos muchos
los que abrimos los ojos ante la prepotencia de los imperialismos que
se disputan nuestro suelo, y de la metrópolis unitaria mitre-roquista.
Ante el despotismo rescatamos como arma invencible la sensatez de nuestras luchas.
La tierra no es del hombre, el hombre es de la tierra. No hay derecho
legítimo a romper, llevados de ilusiones pasajeras, nuestra honda
pertenencia al paisaje y nuestra solidaridad con los pueblos y demás
seres vivos de mañana, en todas las latitudes. La unidad de los pueblos
del Abya Yala y el mundo nos hará libres.