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La farmacéutica Bayer tiene la intención de suprimir la marca
Monsanto tras la adquisición de la odiada multinacional estadounidense
por la friolera de 63.000 millones de dólares (53.724 millones de
euros).
Crónica anunciada de la muerte de un nombre considerado la marca
corporativa más odiada del mundo: Monsanto, detestada por la opinión
pública, bestia negra del ecologismo y que ha levantado miles de
protestas a lo largo y ancho del planeta, ya forma parte de Bayer, que
ha llevado a cabo la comprar por 66.000 millones de dólares (53.373
millones de euros). La farmacéutica ha decidido suprimir el nombre de la marca debido precisamente a esta nefasta imagen pública.
El gigantesco tamaño de Monsanto y la venta productos como organismos
genéticamente modificados (OGM) como las semillas transgénicas de maíz y
soja o la venta de herbicidas como Roundup, el nombre comercial del
glisofato, les han llevado a granjearse un odio social masivo, la oposición ambientalista y numerosas demandas. De hecho, en Francia o Alemania sus semillas están prohibidas.
Sin embargo, el fin de Monsanto no implica el fin de sus productos,
algunos de ellos tremendamente odiados, sino su absorción por parte del
gigante europeo de la farmacia y de la agroquímica Bayer, bajo cuyo
paraguas se aglutinará la mayor parte de la cartera de la desaparecida
multinacional norteamericana. Únicamente y debido a su popularidad en el
mercado, se mantendrán algunas marcas comerciales.
¿Por qué la fusión de Bayer y Monsanto sacudirá el mercado mundial de semillas y químicos?
El Departamento de Justicia de Estados Unidos dio el martes pasado la
luz verde a la operación para que ambas compañías fusionen sus
operaciones. Sin embargo, a cambio, y en consonancia con el dictamen de
la Comision Europea, deberán desprenderse de activos por valor de 9.000 millones de dólares en el negocio agroquímico,
cedidos a su principal competidor alemán BASF, que abonará 5.900
millones de euros en una operación concebida expresamente para lograr el
visto bueno comunitario a la operación.
Por su parte, Bayer tendrá que vender la división de semillas y los
herbicidas Liberty, así como de algunos proyectos de investigación, así
como algunas patentes y el desarrollo de nuevos productos. Lo que no
finalmente no se pierde en el acuerdo de Monsanto-Bayer es el negocio de digitalización del campo, que recaía en Climate Corporation.
La modificación del nombre de Monsanto, una firma con 117 años de
antigüedad a sus espaldas, no paralizará las más de 300 demandas
presentadas contra ella en los tribunales federales por provocar cáncer
en los agricultores que usaron sus productos. Mientras, el resto del
mercado agrícola a gran escala se divide entre la unión de Syngenta y
ChemChina, la reciente reorganización de BASF y la fusión de Dow con
Dupont.