(Xinhua) -- Washington está llevando
a cabo una campaña de intimidación en un intento de coaccionar a
Beijing para que se trague las concesiones comerciales que no pueden ser
aceptadas.
Mientras blande el gran garrote de los aranceles punitivos, La
Administración Trump también está tratando de engañar a la comunidad
internacional para que crea que China tiene la culpa de las tensiones
comerciales actuales.
La primera mentira es que China ha estado persiguiendo deliberadamente un enorme superávit comercial con Estados Unidos.
Los más importantes economistas en todo el mundo ya han refutado tal
afirmación. Según Stephen Roach, un destacado miembro de la Universidad
de Yale, el hecho de que Estados Unidos tuviera déficits comerciales con
102 países en 2018 refleja un profundo déficit en el ahorro interno.
Cuando los estadounidenses consumen mucho más de lo que su país puede
ofrecer, Estados Unidos debe importar los ahorros excedentes del
extranjero y tener enormes déficits de cuenta corriente para atraer
fondos extranjeros. Por lo tanto, los déficits comerciales son el
resultado y no una especie de conspiración extranjera.
La verdad es que los aranceles aplicados a los productos importados
no ayudarán a Estados Unidos a reducir el déficit comercial. Las
estadísticas muestran que en 2018, el año en que Washington inició su
intimidación arancelaria, el déficit comercial de mercancías y servicios
de EEUU aumentó en un 12,5 por ciento, llegando a 621.000 millones de
dólares, el récord más alto en diez años.
Otra acusación injustificada hecha por Washington es que el comercio
con China está reduciendo los puestos de trabajo en Estados Unidos.
Según un informe publicado por el Consejo Empresarial China-Estados
Unidos, el comercio entre China y Estados Unidos ha fomentado casi 2,6
millones de empleos en EEUU en una amplia gama de industrias.
Es muy probable que el aumento de los aranceles cause pérdidas de
empleos en Estados Unidos porque las cadenas de suministro se
interrumpirían y los costos corporativos se elevarían.
En cuanto a las acusaciones de Washington de que China obliga a la
transferencia de tecnologías y el robo, no es verídico. Estas
acusaciones son evocadas por políticos desesperados de Estados Unidos
que buscan sumar puntos. Han ignorado el hecho de que las transferencias
de tecnología entre las empresas chinas y sus socios extranjeros
ocurren sobre una base de consenso.
En las últimas décadas, China ha logrado un notable progreso en
tecnologías de vanguardia porque ha incrementado las medidas para
fomentar la innovación y proteger los derechos de propiedad intelectual.
Hasta ahora, China se ha incorporado a casi todas las convenciones
internacionales importantes sobre propiedad intelectual. Sus empresas
siempre pagan por las patentes que usan. En 2017, las tarifas que China
pagó a Estados Unidos alcanzaron 7.130 millones de dólares,
representantdo un cuarto del total de los gastos de propiedad
intelectual que China pagó a otros países, de acuerdo con las
estadísticas.
China ha venido trabajando arduamente para mejorar su ambiente de
negocios para las inversiones extranjeras. En enero de este año, el
fabricante estadounidense de vehículos eléctricos Tesla Inc. empezó en
Shanghai la construcción de una fábrica, siendo la primera empresa
automotora foránea que hace esto en China. Eso es un voto de confianza
en el país asiático.
Y por último, pero no por eso menos importante, la creencia de
Washington en que los aranceles serán pagados por China es otra mentira.
De hecho, esas tarifas son un impuesto sobre los ciudadanos
estadounidenses.
En realidad, los consumidores estadounidenses ya sienten la presión.
De acuerdo con un reciente estudio hecho por la Universidad de Chicago y
la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, el precio de lavadoras
se ha incrementado en un promedio del 12 por ciento después de que se
impusieran las tarifas adicionales. Un aumento de casi 100 dólares por
máquina.
La guerra arancelaria contra China ha provocado una ola de oposición
en el sector industrial de Estados Unidos. Varios grupos industriales
estadounidenses, entre ellos la Asociación de la Soya de EEUU, la
Federación Nacional de Minoristas, y el Consejo de la Industria de la
Tecnología de la Información denunciaron la medida de la Casa Blanca,
indicando que perjudicará el empleo en Estados Unidos y aumentará los
costos para los consumidores estadounidenses.
El hecho de que las relaciones económicas entre China y Estados
Unidos son altamente entrelazadas significa que Washington no puede
salir ileso de la situación actual.
Además, la estrategia arancelaria de Estados Unidos ya causa impacto
adverso en el mundo. Los mercados bursátiles globales han sufrido una
caída de montaña rusa en las últimas semanas. Inversionistas están
enfrentando enormes incertidumbres, y una futura recuperación económica
global queda duda.
Los que toman las decisiones en Estados Unidos precisan saber que la
intimidación no es la solución a sus disputas comerciales con Beijing,
sino un pacto comercial que respeta los derechos soberanos y las
preocupaciones legítimas de China.