domingo, 17 de noviembre de 2024

México: Menos patentes, más dependencia tecnológica

 


El escaso crecimiento de la economía nacional (que en el sexenio de AMLO promedió menos del 1%) tiene su raíz en décadas de abandono tanto de la ciencia y tecnología, como de su aplicación en innovaciones a las actividades industriales, la producción agropecuaria, los servicios y la administración. 

 

En la era de la Cuarta Revolución Industrial, el México de la 4T mantiene el raquitismo del registro de patentes nacionales pues, en su línea de continuidad con el modelo neoliberal, la política científica y tecnológica del obradorato resulta en un país que es consumidor pasivo de inventos patentados en el extranjero, mientras que los laboratorios, centros de investigación científica y los propios inventores se encuentran abandonados y son víctimas recurrentes de la política de austeridad.

El Instituto Mexicano de Propiedad Industrial (IMPI) recibió 16,605 solicitudes de registro de patentes en 2022, cifra que disminuyó a 15,630 para 2023 lo que ya de entrada muestra un retroceso. Para contextualizar estos datos se debe decir que en ese año China generó 1 millón 619 mil patentes, Estados Unidos 594 mil, Japón 289 mil, Corea del Sur 237 mil, India 77 mil y Alemania 57 mil. En América Latina, nuestro país se encuentra por debajo de Brasil, que patentó 24 mil 759 inventos (todo ello con información de la World Intellectual Property Organization, WIPO, que es el organismo de la materia reconocido a nivel mundial),

Al observar el desempeño de la economía de los países que registran mayor actividad de innovación, se puede afirmar que las invenciones que renuevan las capacidades tecnológicas impulsan a la vez su crecimiento económico, cosa que ocurre en el corto, mediano y, sobre todo, en el largo plazo. De ahí que varios de esos países se han convertido en potencias económicas mundiales luego de que desde hace décadas hicieron fuertes inversiones en la educación, la ciencia y la tecnología. Así fue como lograron destacarse con inventos en materia de Tecnología de la Información y la Comunicación (TIC), la maquinaria eléctrica, la medición, la tecnología médica, la farmacéutica y la comunicación digital. 

Pero el raquitismo inventivo que presenta México no es el único problema, pues al mismo se debe añadir el de la dependencia tecnológica. De las patentes registradas en el IMPI en 2023, solo 6% son invenciones nacionales, mientras que el 94% son de origen extranjero. 

Las grandes empresas transnacionales de Estados Unidos, Europa y Asia registran sus patentes en nuestro país para explotarlas en exclusiva o para cobrar regalías por su utilización. Los especialistas en la materia señalan que la dependencia tecnológica de un país se mide por la relación del número de patentes de no residentes (extranjeros) entre el número de patentes de residentes (nacionales). 

La política neoliberal del pasado no avanzó en la solución de la dependencia tecnológica de México, como tampoco lo ha hecho el proyecto obradorista. En 1990, antes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la dependencia tecnológica era de 6.7. Para el año 2015, se duplicó al ubicarse en 12.25. Con los datos del IMPI para 2023, la dependencia tecnológica se elevó a 14.98. Como lo demuestran esos números, el problema se agudizó con la 4T: por cada patente mexicana ahora hay 15 patentes extranjeras. 

No será con encendidos discursos nacionalistas, con la recurrencia a la demagogia patriotera, como nuestro país alcanzará la soberanía tecnológica, el desarrollo científico y el incremento de sus patentes. El grupo en el poder rema en contra de esos objetivos al castigar con austeridad a las universidades públicas, combatir su autonomía y la libertad de cátedra; al denostar los vínculos de las universidades con las empresas para el desarrollo de proyectos de investigación. Desprecia la actividad científica y el conocimiento especializado, en aras de un folklorismo desubicado, porque sostiene el canon neoliberal que reproduce y profundiza la dependencia en beneficio de las grandes empresas transnacionales. Al perseguir a los científicos y combatir el servicio civil de carrera que se sujeta a una constante actualización de conocimientos, la administración 4T prefiere el arribismo populista que se basa en el principio de la mediocridad y en la tómbola, al grito de “cualquiera puede hacerlo”.

Para el florecimiento de la capacidad creativa nacional se requiere del incremento del presupuesto para la educación y el destinado a la ciencia y la tecnología, orientar este gasto a la excelencia y la calidad educativa. Destinar más dinero a proyectos de investigación científica y menos al clientelismo electoral.

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