Uno de los objetivos de la mundialización del libre mercado es repartir las funciones entre las regiones ricas y las regiones pobres. El Norte se reservaría un papel de organización a través de la producción de servicios y la alta tecnología y el Sur se encargaría de los procesos productivos más contaminantes y que requieran abundante mano de obra barata.
La multinacionales viven del libre mercado y necesitan un suministro regular de productos que sea suficiente para tener un excedente que les permita mantener los precios bajos. Las patentes son la savia de las multinacionales; poseen el dinero para investigar y desarrollar productos que se puedan patentar, así como los medios legales para protegerlos.
La multinacionales de la comercialización de productos alimenticios tenían una problema: su materia prima (organismos vivos) no era patentable: la vida ya está inventada. Pero idearon un engaño para poder reclamar patentes sobre el material biológico: Se trata de afirmar que el hecho de aislar de su entorno natural o de reproducir la materia biológica constituye un paso inventivo.
Para ello utilizando los lobbys adecuados (donde se hayan compañías como: Bayer, Aventis, Monsanto, Nestlé, Novartis, Pfizer, Procter & Gamble, Uniliver, Dupont, Cargill...) introdujeron en las leyes de los diferentes países (vía Organización Mundial de Comercio) una normativa nueva sobre patentes – Acuerdo Internacional sobre los Derechos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC)- que recoja las nuevas formas de ‘descubrir’.